El Duende y el Humano



Había una vez en un frondoso bosque de Argentina un duende llamado Nito. Nito era un duende muy travieso que siempre andaba con un brillante gorro verde y unas botas de suela de hoja. Aunque le encantaba jugar y hacer travesuras, también era conocido por su buen corazón. Una mañana, mientras exploraba la granja de un niño humano llamado Lucas, encontró algo inesperado.

"¡Hola, misterioso humano!", gritó Nito desde detrás de un arbusto.

Lucas se dio la vuelta, sorprendido. "¿Quién está ahí?"

"Yo soy Nito, el duende. ¿Qué haces en mi bosque?" - contestó el duende, saltando alegremente.

"Soy Lucas, y estoy recolectando frutas para hacer un almuerzo especial", respondió el niño, sonriendo.

"¡Fantástico! Pero, ¿no crees que las frutas se verían más divertidas si las decoramos bien?"

Lucas, intrigado, asintió. Así que se alejó con Nito, quien le mostró cómo recoger las frutas más brillantes y, con un poco de magia, las convirtió en frutas que parecían brillar como estrellas. Mientras trabajaban, comenzaron a hablar sobre los animales del bosque y cada uno compartió historias sobre sus amigos.

"Mis amigos los animales son muy divertidos. Hay un zorro llamado Pipo que siempre está en apuros", dijo Nito.

"¿Pipo el zorro? ¡He oído diferencias sobre él!", exclama Lucas. "Dicen que es muy astuto y siempre está jugando a las escondidas."

"Sí, pero a veces se le complica encontrar un buen escondite", rió Nito.

Justo en ese momento, un grupo de animales se acercó: un conejo, una paloma y el mismísimo Pipo.

"¿Qué están haciendo aquí?" preguntó Pipo.

"¡Decorando frutas! ¿Querés ayudar?" dijo Lucas con entusiasmo.

Pipo sonrió. "¡Me encantaría! Pero primero, necesito encontrar un lugar donde esconderme durante un rato. ¿Me ayudarán?"

Los amigos aceptaron su petición y comenzaron a trabajar juntos. Mientras el conejo y la paloma lo ayudaban a elegir los mejores escondites, Nito ideó un plan especial. "¿Qué tal si hacemos una competición de escondidas con todos los animales del bosque?" a lo que Lucas contestó.

"¡Es una gran idea!"

Así, todos los animales se unieron, y empezaron a jugar. Lucas y Nito se aseguraron de que todos tuvieran su oportunidad de esconderse y encontrarse. Tras un rato, las risas resonaban entre los árboles, y todo el bosque parecía lleno de alegría.

De repente, la diversión se interrumpió cuando escucharon un ruido extraño.

"¿Qué fue eso?" preguntó la paloma, asustada.

"No lo sé, pero parece que viene del arroyo. ¡Vayamos a investigar!" dijo Lucas,

Todos se movieron hacia el sonido y encontraron a un pequeño ciervo atrapado entre unas ramas. "¡Ayuda! ¡No puedo salir!", aullaba el ciervito. Todos miraron, preocupados por la situación.

"No te preocupes, amigo. ¡Nosotros te ayudaremos!" dijo Nito, antes de ver cómo podían liberar al ciervo.

"Yo soy rápido, puedo traer ayuda", ofreció el zorro Pipo.

"Y yo puedo volar y ver si hay un camino por encima de las ramas", sugirió la paloma.

Así que, mientras Pipo corría y la paloma volaba, Lucas y Nito intentaron mover las ramas con cuidado. Después de un rato, Pipo regresó con más animales que se unieron a ayudar. Pronto, con todos trabajando en equipo, lograron liberar al pequeño ciervo.

"¡Gracias, amigos!", exclamó el ciervo, gratamente sorprendido.

"Al final, todos somos amigos aquí, y ayudarse unos a otros es lo que cuenta", dijo Lucas, sintiéndose orgulloso.

Al caer la tarde, todos regresaron a la granja, cansados pero felices. Decoraron las frutas, se sentaron a compartir una merienda, riendo y recordando su gran aventura. Desde ese día, Nito, Lucas y sus amigos se volvieron inseparables, aprendiendo que juntos podían hacer cosas extraordinarias. Y así, el bosque se llenó de historias, magia y amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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