El duende y los regalos de Nochebuena
Era Nochebuena en un pueblito cubierto de nieve, donde todos se preparaban para recibir la Navidad con alegría y amor. Las luces brillaban en todas las casas y el aire estaba lleno de risas. Pero algo extraño estaba ocurriendo.
Ese año, los niños notaron que sus regalos comenzaban a desaparecer misteriosamente la tarde antes de Navidad. Todos estaban preocupados; después de tantos días de hacer listas y escribir cartas, ¿cómo podía ser posible que los regalos se desvanecieran?
Un pequeño grupo de amigos, Valentina, Nicolás y su perro Roco, decidieron investigar el asunto. "No podemos dejar que los regalos desaparezcan así nomás, tenemos que descubrir quién lo está haciendo!" -dijo Valentina con determinación.
Los tres se adentraron en el bosque, donde había un suave manto de nieve. Después de un buen rato caminando, escucharon un ruido extraño entre los árboles. "¿Qué fue eso?" -preguntó Nicolás, mirándose nervioso con Valentina.
"¡Vamos a ver!" -dijo Roco, moviendo su cola emocionado. Al acercarse, se encontraron con un pequeño duende vestido de rojo, que intentaba levantar un regalo grande y brillante que había caído al suelo. "¡Hola, duende!" -saludó Valentina.
El duende se dio vuelta sorprendido. "¡Hola! Soy Dusty. Lo siento, pero estoy intentando ayudar a la Navidad. A todos los pedidos que me llegaron este año les falta un poquito de magia." -explicó mientras trataba de equilibrar el regalo. "He venido a asegurarte que cada uno de estos regalos tendrá la magia necesaria para que la gente los reciba con alegría. Pero la magia se está escapando, ¡y necesito su ayuda!"
Nicolás, curioso, preguntó. "¿Por qué necesitas nuestra ayuda? Eres un duende, ¡deberías poder hacerlo tú solo!"
Dusty suspiró. "La magia es más fuerte cuando se comparte. Necesito que me ayuden a recordar a todos sobre el verdadero espíritu de la Navidad. No se trata solo de los regalos, sino del amor y la unión entre las personas. ¡Y no puedo hacerlo sin amigos!"
Valentina decidió que tenían que ayudar al duende. "Tienes razón, Dusty. La Navidad es más que solo regalos. Vamos a acercarnos a los vecinos y recordales que lo importante es compartir y estar juntos."
Así que los tres amigos comenzaron a caminar de casa en casa, invitando a todos a salir y compartir un momento por el campo y la nieve. Mientras las personas se unían, empezaron a contar historias, a preparar chocolate caliente y a poner música navideña. Poco a poco, la alegría fue llenando el aire.
Dusty, emocionado, comenzó a ver cómo los regalos, que antes parecían vacíos, reflejaban las risas y el espíritu compartido de todos. "¡Esto es lo que necesitábamos!" -exclamó el duende, danzando de felicidad. "Cuando los corazones están unidos, la magia nunca se pierde. ¡Ahora los regalos estarán listos!"
Finalmente, cuando el reloj marcó la medianoche, todos se reunieron en la plaza del pueblo. Dusty movió su varita mágica y, de repente, los regalos brillaron con luz propia. "Ahora sí, ¡que comience la Navidad!" -dijo Dusty, mientras los regalos comenzaban a caer del cielo como copos de nieve, llenando la plaza de sorpresas y alegría.
Las personas aplaudieron, y el pueblo vibró de amor y unidad en esa Nochebuena. Valentina, Nicolás y Roco sonrieron, sabiendo que la verdadera magia no era solo sobre lo que se recibía, sino sobre lo que se compartía. Desde ese día, en cada Nochebuena, el pueblo recordaría lo importante que es estar juntos y cómo, con un poco de amor, la magia siempre volvería a brillar.
Y así, el duende Dusty ya no solo era un amigo del bosque, sino el guardián de los verdaderos regalos de la Navidad, que no son otros que los momentos vividos con quienes amamos.
"¿Prometemos hacer esto cada año?" -preguntó Nicolás entusiasmado. "¡Sí!" -respondieron todos juntos, listos para crear más recuerdos mágicos bajo la nieve.
FIN.