El Duendecillo de la Navidad
Era una mágica mañana de diciembre y la abuelita Clara estaba en su cocina, preparando deliciosos galletas de jengibre. El aroma de la canela y el jengibre llenaba el aire mientras ella mezclaba la masa de manera cuidadosa. Su pequeño nieto, Tomás, corría emocionado de un lado a otro.
"¿Abuelita, puedo ayudarte?" - preguntó Tomás con su sonrisa brillante.
"Por supuesto, mi amor. Necesito que me ayudes a hacer las figuras. Vamos a hacer un muñeco de jengibre muy especial para la Navidad." - respondió Clara, guiando a Tomás hacia la mesa.
Tomás tomó un trozo de masa en sus manos y comenzó a amasar con entusiasmo. Cuando ya tuvo una bola compacta, escuchó un pequeño ruido detrás de él.
"¡Pssst!" - dijo una voz suave.
Tomás se dio vuelta sorprendido y vio a un pequeño duendecillo con un sombrero puntiagudo y un gran saco lleno de dulces.
"¡Hola! Soy Pip, el duendecillo de la Navidad. He venido a ayudarte a hacer el mejor muñeco de jengibre de todos los tiempos." - explicó el duende, moviendo sus manos llenas de chispa.
"¡Wow! ¿De verdad puedes ayudarnos?" - exclamó Tomás, sus ojos reluciendo.
"Claro que sí. ¡Primero, vamos a hacer la base!" - dijo Pip. Juntos empezaron a moldear la masa con formas divertidas. Asombrosamente, la masa parecía cobrar vida mientras el duende cantaba y movía sus manos.
Tomás no podía creer que el muñeco de jengibre estaba tomando forma tan rápido. Con cada risa que compartían y cada ingrediente que agregaban, el muñeco parecía volverse más alegre.
"¿Sabías que mientras cocinamos, el espíritu de la Navidad se hace más fuerte?" - preguntó Pip.
"¿Qué necesitas hacer para que eso pase?" - inquirió Tomás, curioso.
"Debemos añadir un poco de magia. Tu alegría y tu acción son lo más importante. ¡Vamos a mezclar un poco de cariño y entusiasmo!" - dijo Pip, guiando a Tomás a cantar un villancico mientras cocinaban.
El ambiente se llenó de calidez y risas. Con un giro fugaz, el muñeco de jengibre no solo se convirtió en una figura de masa, sino que comenzó a moverse suavemente.
"¡Mirá, el muñeco está cobrando vida!" - gritó Tomás.
"Sí, pero debemos cuidarlo y hacerlo feliz. Si lo dejamos solo o enojado, perderá su magia." - le advirtió Pip.
Con mucha dedicación, Tomás y su abuela decoraron el muñeco, eligiendo dulces coloridos y glaseado. Cuando estuvieron listos, el muñequito se veía tan feliz que movía los brazos, haciendo pequeños saltitos.
Sin embargo, en un momento de distracción, la masa en la mesa comenzó a moverse sola. Tomás y Clara se miraron preocupados.
"¡Pip, ¿qué está pasando? !" - preguntó Tomás.
"Hay un poco de maldad en el aire. Una galleta traviesa podría haber intentado escapar. ¡No la dejemos ir!" - dijo el duende rápidamente, señalando una galletita que intentaba rodar por el suelo.
"¡Atrapémosla!" - exclamó Clara.
Tomás y la abuela se unieron a Pip, corriendo tras la pequeña galleta. Con risas y saltos, la persiguieron por toda la cocina. Finalmente, lograron atraparla y regresaron todos a la mesa.
"¡Lo logramos!" - dijo Tomás, triunfante.
"Así es, pequeño. Juntos somos más fuertes, y la magia de la Navidad siempre se hace presente cuando estamos unidos." - comentó Pip, sonriendo.
Al terminar, el muñeco de jengibre daba tremendas vueltas de felicidad mientras todos aplaudían. La abuela Clara se sentó al lado de Tomás y le dijo:
"Este año hemos aprendido algo grande, querido. La Navidad no son solo regalos. Se trata de compartir momentos, reír y hacer cosas con amor."
Tomás asintió mientras miraba al pequeño muñeco de jengibre que nunca dejaría de ser especial para ellos, recordando que la verdadera felicidad está en ser generoso y compartir con los demás.
Con el duendecillo Pip a su lado, Tomás supo que estas navidades serían siempre mágicas. Y así, todos los años, la familia de Clara hacía el mejor muñeco de jengibre, recordando las aventuras que habían vivido juntos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.