El dulce amigo de Dulceville
Había una vez, en el tranquilo pueblo de Dulceville, un zombie muy especial llamado Zombito. A diferencia de los demás zombies, Zombito tenía un corazón enorme y amaba hacer felices a los niños.
Todos los días, salía de su escondite en el cementerio para regalar caramelos a todos los pequeños del pueblo.
Un día soleado, mientras Zombito caminaba por las coloridas calles de Dulceville con su canasta llena de caramelos, se encontró con Lucas y Sofía, dos hermanitos muy curiosos. - ¡Miren! ¡Es un zombie! -exclamó Sofía sorprendida. - Sí, pero parece diferente... no parece asustadizo como los otros -dijo Lucas intrigado. Zombito se acercó lentamente a ellos y les sonrió amablemente.
Los niños sintieron que había algo especial en él y decidieron darle una oportunidad. - Hola, soy Zombito. ¿Les gustaría probar uno de mis ricos caramelos? -preguntó con voz suave.
Los ojos de Lucas y Sofía se iluminaron al ver la caja llena de dulces deliciosos que llevaba Zombito consigo. - ¡Claro que sí! Nos encantaría probarlos -respondió Sofía emocionada. Zombito les dio dos caramelos brillantes y multicolores.
Los niños dieron un mordisco y sus rostros se iluminaron aún más al descubrir lo delicioso que eran. A partir de ese momento, Lucas y Sofía se convirtieron en amigos inseparables de Zombito. Juntos recorrían el pueblo regalando caramelos a todos los niños que encontraban en su camino.
Los pequeños se sorprendían al ver a un zombie tan amigable y generoso. Pero no todo fue tan fácil para Zombito. Un día, mientras paseaban por el parque, se encontraron con unos niños malvados llamados Matías y Martina.
- ¡Eh, ustedes! ¿Qué están haciendo con ese zombie? -gritó Matías burlonamente. - Estamos ayudando a Zombito a repartir caramelos porque es muy bueno -respondió Lucas valientemente. - ¡Ja! Ese zombie solo quiere asustarlos y comer sus cerebros -dijo Martina riendo.
Los comentarios hirieron profundamente a Zombito, pero él sabía que tenía que mostrarles la verdad. Decidió demostrarles que era diferente de los demás zombies y que solo quería hacer felices a los niños del pueblo.
Zombito les ofreció dos caramelos brillantes y multicolores como muestra de su bondad. Matías y Martina aceptaron sin mucha confianza. Al darle un mordisco al caramelo, sus rostros cambiaron por completo. Nunca habían probado algo tan delicioso antes. - Wow...
esto es increíblemente rico -exclamó Matías sorprendido. - Sí... gracias, Zombito -agregó Martina tímidamente. Desde ese día, Matías y Martina dejaron de ser malvados y se convirtieron en amigos leales de Zombito también.
Juntos formaron un equipo extraordinario para llevar dulzura y alegría a todo Dulceville. Así fue como el pueblo entero aprendió una importante lección: no juzgar a los demás por su apariencia, sino por sus acciones.
Zombito demostró que incluso un zombie puede tener un corazón amable y regalar sonrisas a todos aquellos que se cruzaban en su camino.
Y así, Dulceville se convirtió en el lugar más dulce y feliz de todo el mundo gracias a la bondad de Zombito y la amistad incondicional de Lucas, Sofía, Matías y Martina.
FIN.