El dulce equilibrio



Había una vez una niña llamada Maeli, que era conocida por ser muy golosa. Le encantaba comer todo tipo de dulces y postres, y no podía resistirse a probar cada delicia que se cruzaba en su camino.

Un día, mientras caminaba por el parque, Maeli vio un puesto de helados. Los ojos de la niña se iluminaron al ver los coloridos sabores y las decoraciones deliciosas. No pudo evitar acercarse y pedir uno.

"Hola, ¿me podrías dar un helado de chocolate con chispas?" -dijo Maeli emocionada. El vendedor sonrió amablemente y le dio el helado a Maeli. Pero en lugar de empezar a comerlo como siempre hacía, ella decidió detenerse por un momento.

"¿Qué pasa? ¿No te gusta el helado?" -preguntó el vendedor sorprendido. Maeli negó con la cabeza y dijo: "Sí me gusta mucho, pero quiero intentar algo diferente esta vez. Quiero aprender a controlar mi deseo por los dulces".

El vendedor quedó impresionado por la determinación de la pequeña y decidió ayudarla en su desafío. Le sugirió que se fijara metas diarias para reducir la cantidad de dulces que consumía.

Maeli aceptó el consejo del vendedor y comenzó a establecer pequeñas metas para sí misma. Al principio solo comía un helado al día en lugar de dos, luego pasó a comer solo uno cada dos días, hasta llegar al punto en que solo comía dulces ocasionalmente como premio especial.

Conforme pasaban los días, Maeli se dio cuenta de que tenía más energía y se sentía mucho mejor en general. Su piel estaba más radiante y su peso era más saludable.

Un día, mientras caminaba por el parque nuevamente, Maeli vio a un niño triste sentado en un banco. Se acercó para preguntarle qué le pasaba. "Estoy muy triste porque no puedo comer dulces debido a mi diabetes" -dijo el niño con lágrimas en los ojos.

Maeli recordó todo lo que había aprendido sobre controlar sus deseos golosos y decidió ayudar al niño. "No te preocupes, puedo enseñarte cómo disfrutar de la comida sin excederte.

Juntos podemos encontrar opciones saludables y deliciosas" -dijo Maeli con una sonrisa reconfortante. El niño miró a Maeli con esperanza en los ojos y aceptó su ayuda.

A partir de ese momento, los dos niños comenzaron a explorar nuevas recetas y descubrieron que podían disfrutar de comidas sabrosas sin comprometer su salud. Con el tiempo, Maeli se convirtió en una pequeña experta culinaria y compartió sus conocimientos con otros niños golosos como ella.

Juntos aprendieron la importancia de llevar una alimentación equilibrada y cómo disfrutar de los dulces sin abusar de ellos. Así fue como Maeli logró controlar sus deseos golosos, ayudando a otros niños a hacer lo mismo. Aprendió que la moderación era clave para mantenerse saludable y feliz.

Y aunque siempre tendría una debilidad por las delicias dulces, ahora sabía cómo disfrutarlas sin excederse.

FIN.

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