El dulce equilibrio de Tomás


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Galleta, un nene llamado Tomás que le encantaba comer galletas. No importaba la hora del día, siempre estaba buscando una excusa para disfrutar de su dulce tentación favorita.

Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con la señora Rosa, la dueña de la única panadería del pueblo. Ella siempre hacía las galletas más deliciosas y crujientes que Tomás había probado jamás.

"¡Hola Tomás! ¿Cómo estás hoy?", saludó amablemente la señora Rosa. "Hola señora Rosa, estoy muy bien. Acabo de terminar mis deberes escolares y pensé en venir a visitarla", respondió Tomás con una sonrisa traviesa.

La señora Rosa rió y le dijo: "Tengo algo especial para ti hoy". Sacó de su delantal una bandeja llena de galletas recién horneadas y se las entregó a Tomás. Sus ojos se iluminaron al verlas y no pudo resistirse a darle un mordisco a una de ellas.

El sabor era tan exquisito que cerró los ojos para saborearlo mejor. "¡Están increíbles! Usted hace las mejores galletas del mundo, señora Rosa", exclamó Tomás emocionado.

La señora Rosa sonrió con ternura y le dijo: "Me alegra que te gusten tanto. Pero recuerda, todo en exceso es malo. Debes cuidar tu salud y no comer tantas galletas todos los días". Tomás asintió con seriedad, aunque en su corazón pensaba que nunca podría cansarse de comer galletas.

Esa noche, antes de dormir, recordó las palabras de la señora Rosa y decidió proponerse un desafío: durante toda una semana solo comería una galleta al día.

Le costaría mucho sacrificio pero quería demostrarle a todos (y especialmente a sí mismo) que podía controlar su pasión por las galletas. Los primeros días fueron duros para Tomás. Sentía antojos constantes y muchas veces se tentaba con agarrar otra galleta del frasco donde las guardaba en su habitación.

Pero se repetía a sí mismo el consejo de la señora Rosa y lograba resistir la tentación. Al llegar el último día del desafío semanal, Tomás estaba ansioso por saber si había cumplido su objetivo.

Se dirigió nuevamente a la panadería de la señora Rosa para contarle sobre su hazaña. "¡Señora Rosa! ¡He logrado mi desafío! Durante toda esta semana solo comí una galleta al día como usted me recomendó", exclamó Tomás orgulloso.

La señora Rosa lo felicitó efusivamente y le dijo: "Estoy muy orgullosa de ti, Tomás. Has demostrado tener fuerza de voluntad y disciplina. Ahora puedes disfrutar tus galletas con moderación sin descuidar tu salud".

Tomás comprendió entonces el verdadero significado detrás de las palabras de la señora Rosa: no se trataba simplemente de privarse de algo que le gustaba sino encontrar un equilibrio entre disfrutarlo responsablemente sin excesos.

Desde ese día en adelante, Tomás aprendió a apreciar cada bocado de sus adoradas galletas como un regalo especial sin dejarse llevar por impulsos descontrolados. Y así vivió felizmente en Villa Galleta junto a sus amigos disfrutando cada momento dulce pero equilibrado que la vida le ofrecía.

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