El dulce lazo de la amistad
En un lejano valle llamado Dulcelandia vivía un monstruo muy especial. A diferencia de los demás monstruos, a este en particular le encantaban los dulces y no podía resistirse a probar todos los sabores que encontraba a su paso.
Un día, mientras paseaba por el bosque de caramelos, el monstruo se topó con una pequeña aldea donde vivían unos niños muy traviesos. Al verlo, los niños empezaron a gritar y correr asustados pensando que el monstruo quería comérselos.
"¡No temas! ¡Soy un monstruo amigable!", dijo el monstruo con voz suave y amigable. Los niños se detuvieron sorprendidos al escucharlo hablar. Nunca habían conocido a un monstruo tan simpático como él.
"¿Qué haces por aquí?", preguntó uno de los niños con curiosidad. "Estoy buscando nuevos sabores de dulces para probar. ¿Ustedes conocen algún lugar donde pueda encontrarlos?", respondió el monstruo con entusiasmo.
Los niños intercambiaron miradas cómplices y decidieron ayudar al monstruo en su búsqueda. Juntos recorrieron la aldea en busca de golosinas escondidas y compartieron risas y aventuras mientras probaban diferentes dulces.
Con el tiempo, el monstruo se convirtió en amigo de los niños y cada día visitaba la aldea para jugar con ellos y compartir sus historias sobre sus travesías en busca de dulces por todo Dulcelandia. Una tarde, mientras exploraban juntos una cueva llena de chocolates, escucharon un ruido extraño que provenía del fondo.
Con valentía, decidieron adentrarse en la oscuridad para descubrir qué lo causaba. Para sorpresa de todos, encontraron a un pequeño duende llorando porque se había perdido en la cueva y no encontraba la salida.
El monstruo y los niños se acercaron para consolarlo y ofrecerle ayuda. "Tranquilo amigo duende, juntos encontraremos la salida", dijo el monstruo con voz tranquilizadora. Después de explorar juntos la cueva, finalmente lograron encontrar la salida y llevaron al duende sano y salvo de vuelta a su hogar.
El duende les dio las gracias emocionado y prometió regresarles el favor algún día. Desde ese momento, el vínculo entre el monstruo, los niños y el duende se fortaleció aún más.
Juntos aprendieron importantes lecciones sobre la importancia de la amistad, la solidaridad y la valentía para enfrentar cualquier desafío que se presentara en sus vidas.
Y así, entre risas, juegos y muchos dulces compartidos, el mounstro que le gustan los dulces comía todos los sabores vivió feliz junto a sus nuevos amigos en Dulcelandia para siempre.
FIN.