El dulce mágico


Había una vez en un hermoso jardín encantado, una hada llamada Pirulita. Era conocida por su dulzura y generosidad, siempre dispuesta a ayudar a los demás.

Un día, mientras volaba entre las flores, escuchó risas y juegos provenientes del jardín infantil cercano. Pirulita se acercó curiosa para ver qué ocurría y descubrió que los niños estaban celebrando el Día del Dulce. Todos compartían sus golosinas favoritas y se divertían mucho.

Al ver la alegría de los pequeños, Pirulita decidió hacer algo especial para ellos. Recordó que en uno de los rincones del jardín había un árbol mágico lleno de higos jugosos y deliciosos.

Los higos eran perfectos para hacer dulce casero y así convidar a todos los chicos del jardín infantil. Sin perder tiempo, Pirulita voló hasta el árbol mágico. Pero cuando llegó allí, se encontró con una sorpresa desagradable: no quedaba ni un solo higo en el árbol. -Oh no -suspiró Pirulita-.

¿Qué voy a hacer ahora? Prometí llevarles dulces a todos los chicos y no puedo fallarles. Decidida a encontrar una solución, la hada comenzó a buscar por todo el jardín algún otro lugar donde pudiera conseguir higos frescos.

Recorrió cada rincón sin éxito alguno hasta que llegó al huerto de la señora Margarita. La señora Margarita era muy amable y siempre ayudaba a quienes lo necesitaban. Pirulita se acercó a ella y le contó su problema.

-¡Oh, querida hada! ¡Cómo me gustaría ayudarte, pero también he agotado todos mis higos! -dijo la señora Margarita con tristeza. Pirulita sintió que las esperanzas se desvanecían, pero en ese momento apareció el pequeño Lucas, uno de los niños del jardín infantil.

Había escuchado la conversación y tenía una idea brillante. -¡Tengo una idea! , exclamó Lucas emocionado-. En el bosque encantado hay un árbol mágico donde crecen los higos más dulces del mundo.

Sé cómo llegar allí, puedo guiarlos. La señora Margarita y Pirulita se miraron sorprendidas por la propuesta de Lucas. Pero confiaron en él y decidieron seguirlo hacia el bosque encantado.

Caminaron entre árboles altos y arbustos coloridos hasta que finalmente llegaron al árbol mágico de higos. Estaba lleno de frutas jugosas y apetitosas. Pirulita no podía creerlo, había encontrado lo que necesitaba para hacer dulce para todos los chicos del jardín infantil.

Con ayuda de la señora Margarita, comenzaron a recolectar los higos cuidadosamente. Mientras trabajaban juntas, Pirulita les hablaba a Lucas y a la señora Margarita sobre las maravillas del jardín encantado y cómo cada criatura contribuía a su belleza.

Después de recolectar suficientes higos para hacer mucho dulce casero, regresaron al jardín infantil. Pirulita preparó el dulce con mucho amor y lo puso en pequeños tarros para cada niño. Cuando los chicos del jardín infantil probaron el dulce de higos de Pirulita, sus caritas se iluminaron de alegría.

Nunca habían probado algo tan delicioso y sabroso. -¡Gracias, hada Pirulita! -exclamaron los niños al unísono-. Este es el mejor dulce que hemos probado. Pirulita sonrió feliz al ver la felicidad en los rostros de los chicos.

Supo que su esfuerzo había valido la pena y que siempre hay una solución cuando se trabaja en equipo y se confía en los demás.

Desde aquel día, Pirulita siguió siendo conocida por su generosidad y por hacer dulces mágicos para compartir con todos. Y cada vez que alguien necesitaba ayuda, ella estaba allí dispuesta a tenderles una mano amiga.

Y así, gracias a la valentía de Lucas, la bondad de la señora Margarita y el espíritu generoso de Pirulita, el jardín infantil siempre tuvo dulces deliciosos para disfrutar entre risas y juegos infinitos.

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