El Dulce Secreto de Malevo



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un perro llamado Malevo. Malevo no era un perro cualquiera; tenía una actitud muy particular, siempre andaba gruñendo y mostrando los dientes a todos, lo que le dio fama de 'perro malevo y bravo'. Sin embargo, lo que la gente no sabía era que en su corazón había un dulce secreto.

Un día, la gente del pueblo decidió organizar un concurso para ver quién podría cocinar el mejor dulce de leche. Todos estaban entusiasmados, cada uno preparando su receta especial. La gran sorpresa sería la visita de la abuela Margarita, la mejor cocinera del pueblo, quien traería sus famosos dulces para evaluar los participantes.

Mientras tanto, Malevo, sutilmente, se acercaba a la plaza donde todos estaban cocinando. Él olfateó el aire y su nariz se movía frenéticamente. ¡El olor del dulce de leche era irresistible!"¡Mmm, qué rico huele eso!", se dijo Malevo, mientras se relamía los labios.

"¡Fuera de aquí, perro! ¡No molestes!", gritó Pancho, el niño que estaba cocinando con su abuela. La mayoría de los niños le lanzaban piedras y lo ahuyentaban. Malevo se sintió muy triste, pero decidió que no iba a rendirse.

Con el tiempo, Malevo se hizo un amigo inesperado. Fue un gato llamado Dulcinea, que siempre pasaba por la plaza para despistar a los perros.

"¿Por qué no te unes a nosotros, Malevo?", le dijo Dulcinea.

"No puedo, todos me tienen miedo. No me dejarán ayudar.", respondió Malevo con voz apagada.

"Pero… ¿qué tal si usas tu fama para algo bueno? ¡Podrías ayudar a los niños a hacer la receta!", sugirió la gata.

Malevo pensó en ello, y entonces tuvo una idea brillante. Propuso una competencia de dulces en la que él sería el jurado, en lugar de ser solo el perro malhumorado.

"¡Sí! ¡Seré el mejor juez del dulce de leche que hayan visto!", exclamó Malevo entusiasmado. Así, los niños aceptaron su propuesta. Se organizaron por equipos y con Malevo como juez, el ambiente se llenó de risas y colaboración.

El día del concurso llegó, y todos estaban nerviosos. El aroma del dulce de leche llenaba el aire y Malevo se veía más contento que nunca.

"¡Que empiece la competencia!", ladró.

Los niños comenzaron a mezclar ingredientes, reir y preguntarse cómo mejorar sus recetas. Malevo, con su capacidad natural de hacer que todos se sintieran a gusto, hacía comentarios graciosos que los mantenía motivados.

Finalmente, llegó el momento de probar los dulces. Malevo tomó el primer bocado de la receta que preparó Pancho.

"¡Mmm, esto es riquísimo! Pero, se siente un poco... ¡más cremoso! ¿Qué le echaste?", preguntó con curiosidad.

"Le puse un poco más de leche y paciencia, Malevo", contestó Pancho, sonriendo.

Se pasó la tarde comiendo y alabando cada dulce que probaba. Al final, Malevo decidió que había un ganador pero no una sola.

"¡Este dulce de leche es una experiencia que todos deben degustar! ¡Me encantan todos los dulces, así que todos ustedes son ganadores! ¡Felicidades!", ladró con emoción.

El pueblo quedó sorprendido por la transformación del perro malevo en un dulce con un gran corazón. Malevo no solo se ganó el cariño de los niños, sino que también aprendió que a veces las partes más dulces de la vida surgen de las cosas que parecen amargas. Desde ese día, Malevo se convirtió en el mejor amigo de todos y hasta ayudaba a la abuela Margarita en la cocina.

Así, el perro que era una brugo y malevo se convirtió en el héroe del pueblo, mostrando que todos pueden ser parte de algo importante si se lo proponen, y que el verdadero dulce de la vida está en compartir y ayudar a los demás.

FIN.

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