El Dulce Secreto de Sofía



Sofía era una niña sonriente y alegre que iba al colegio. Todos la querían, pero había un pequeño secreto que la atormentaba en silencio. Cada vez que pasaba cerca de la tienda de dulces en el camino a la escuela, su corazón latía más rápido. Como toda niña, amaba los caramelos, los chocolates y las gomitas de colores. Pero había un problema: no tenía dinero.

Un día, mientras estaba en el aula, vio cómo su compañera, Valeria, sacaba monedas de su mochila.

"Sofía, ¿quieres un caramelo?" - le preguntó Valeria con una sonrisa.

Sofía sintió una punzada de envidia y, al mismo tiempo, una idea oscura se le ocurrió. Al salir al recreo, mientras todos jugaban, se transformó en una especie de ninja. Sigilosamente, hizo que las mochilas de sus compañeros parecieran un océano de oportunidades y comenzó a tomar pequeñas cantidades de dinero.

A la tarde, con un brillo de emoción en los ojos, se dirigió a la tienda. Con cada caramelo que compraba, una pequeña parte de su culpa se desvanecía, pero también crecía su miedo a que alguien descubriera su secreto. A menudo, cuando su madre le preguntaba:

"Sofía, ¿de dónde sacaste ese dinero?" - ella respondía rápidamente.

"De la mesada, mamá. Solo tengo unos pocos pesos, pero los guardé para comprar dulces y compartirlos con mis amigas".

El tiempo pasó y las pequeñas robos se convirtieron en un hábito. Cada vez que veía a sus compañeros comprando golosinas y disfrutándolas, se sentía sola, pero su adicción a los dulces era más fuerte que su conciencia. Sin embargo, el miedo a ser descubierta la mantenía en un estado permanente de nerviosismo.

Un día, mientras organizaban una fiesta de cumpleaños para Valeria, Sofía escuchó una conversación entre dos chicas.

"Ayer, justo antes de clases, me di cuenta de que faltaban algunas monedas de mi mochila..." - dijo una chica.

"Lo mismo me pasó a mí. ¡Es muy raro!" - agregó otra.

Por un momento, el corazón de Sofía se detuvo. El pánico comenzó a crecer dentro suyo. Desde ese día, las dudas la acosaban. Temía que la verdad saliera a la luz. Decidió que debía parar con esa situación, pero la tentación seguía ahí.

Una tarde, mientras se acercaba al kiosco, se encontró con la mirada de Valeria que la observaba, como si supiera lo que había estado haciendo.

"Sofía, ¿quieres venir a la casa a hacer una tarea?" - le dijo Valeria con dulzura.

Sofía sintió que era su oportunidad para abrirse y contarle todo. Sin embargo, el miedo volvió a invadirla.

"¡Sí! Claro, voy a tu casa en un rato" - respondió, pero lo que realmente quería era escapar.

Esa noche, mientras estaba en su habitación revisando su colección de dulces, miró alrededor. Había tantas cosas que había logrado gracias a los pequeños robos, y sin embargo, no podía disfrutarlo. Se sentó en su cama y comenzó a pensar en su vida y en lo que realmente valía. Así fue cómo decidió dar un paso hacia el cambio.

Al día siguiente, en lugar de robar, buscó a Valeria y le dijo:

"Valeria, tengo algo que contarte. He estado haciendo algo no muy bueno y me siento muy mal por ello. He estado tomando dinero de los demás para comprar más dulces. Entiendo si no quieres ser mi amiga ahora".

Valeria, sorprendida, le sonrió y le dijo:

"Sofía, todos cometemos errores. Lo importante es que te has dado cuenta. Podemos resolverlo juntas. ¿Por qué no hacemos una colecta para los dulces? Así nadie se siente mal".

Sofía, aliviada, sintió que un peso se levantaba de su pecho. Ambas definieron una estrategia para recaudar dinero de manera honesta y compartir los dulces con todos.

Pronto, el grupo de compañeros se unió a la iniciativa y aprendieron sobre la importancia de la honestidad y el trabajo en equipo. Sofía sintió cómo su angustia se desvanecía, y con cada dulce que compartía, su sonrisa se hacía más brillante.

"Gracias, Valeria. Te prometo que no volveré a hacer algo malo" - le dijo Sofía con sinceridad.

"Lo sé, y eso es lo que importa" - le respondió Valeria, dando un abrazo a su amiga.

A partir de ese día, Sofía no solo dejó de robar, sino que también se convirtió en la organizadora de eventos donde todos podían disfrutar de golosinas en comunidad sin necesidad de ocultar nada. Aprendió que la alegría de compartir es mucho más dulce que cualquier caramelo.

Y así, Sofía se convirtió en una niña que siempre decía la verdad y disfrutaba de los dulces que, ahora, ganaba con la risa de sus amigos y el esfuerzo conjunto. Su dulce secreto se transformó en un hermoso recuerdo de unidad y amistad.

FIN.

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