El Dulce Sueño de Diego
Diego era un niño que vivía en un pequeño barrio de una ciudad bulliciosa. Todos los días, después de la escuela, él se sentaba en la vereda con un carrito lleno de dulces, viendo cómo otros chicos jugaban alegremente con sus pelotas, avioncitos y muñecas. Diego sonreía, pero en su corazón había un deseo inmenso: poder unirse a ellos y tener su propia colección de juguetes.
- ¿Por qué no puedo jugar con ellos? -susurraba Diego mientras miraba desde su lugar. - Solo quiero un poco de diversión.
Su madre, doña Clara, se encontraba enferma, y aunque siempre la veía con una sonrisa, Diego sabía que era por él que ella luchaba cada día. Por eso, vendía dulces en la calle, para ayudarla a tener lo que necesitaba y para comprarle un medicamento que, según dijo la señora del kiosco, era muy bueno.
- ¡Diego! -lo llamaba un grupo de niños que corría con sus juguetes en la mano. - Ven a jugar, ¡es muy divertido!
- Apúrate, Diego, la pelota se escapó -gritaban, pero él solo sonreía y les decía:
- Ahora no puedo, amigos. Tengo que ayudar a mi mamá.
Una tarde, mientras vendía dulces y soñaba despierto con jugar, un lujoso automóvil se detuvo frente a él. De él bajó un hombre con un traje elegante y una gran sonrisa.
- ¡Hola, pequeño! -saludó el hombre. - ¿Cómo te llamas?
- Soy Diego -respondió tímidamente.
- ¿Qué haces vendiendo dulces aquí? -preguntó el hombre, agachándose a su altura.
- Estoy ayudando a mi mamá, que está enferma -explicó Diego, mirando al suelo.
El hombre se sintió conmovido por la respuesta del niño.
- Entiendo, Diego. Y, ¿te gustaría tener algunos juguetes?
Diego se quedó en silencio, con los ojos muy abiertos. Aquel hombre parecía ser un verdadero milagro.
- Bueno... sí, pero no puedo -dijo finalmente.
- Pero, ¿qué te gustaría tener? -insistió el hombre.
Diego dudó por un momento y luego dijo con firmeza:
- Me gustaría que mi mamá estuviera bien y pudiéramos jugar juntos, como todos los demás.
El hombre se sonrió y le respondió:
- Entonces, eso haremos. Te ayudaré con lo que necesites para que puedas disfrutar con tu madre. Los juguetes y la diversión pueden esperar.
Diego no podía creer lo que escuchaba. Luego, el hombre se presentó:
- Soy el señor Fernández, un empresario que hace rato estoy buscando personas con grandes sueños.
El señor Fernández se comprometió a ayudar a doña Clara, y gracias a su generosidad, la madre de Diego comenzó a recuperarse. Mientras tanto, el hombre visitaba a Diego a menudo, y lo invitaba a jugar y compartir momentos juntos.
Así fue como Diego comenzó a tener más amigos, quienes no solo lo apoyaron, sino que también lo inspiraron a soñar en grande.
- ¡Vení a jugar, Diego! -le decían los otros niños, y él cada vez se sentía más seguro al unirse a ellos.
Un día, Diego tuvo una idea brillante: organizar un torneo de juego en el patio de su escuela, donde los chicos podían compartir sus juguetes y jugar todos juntos.
- ¿Qué tal si jugamos todos juntos y recogemos donaciones para ayudar a los niños del barrio que lo necesitan? -propuso Diego.
Todos estuvieron de acuerdo. El día del torneo, muchos chicos de diferentes barrios se unieron. El evento fue un éxito y Diego se sintió muy feliz por poder ayudar a otros a disfrutar de un momento especial.
Pasaron los meses, y con el cariño del señor Fernández, Doña Clara se recuperó por completo.
- Hijo, no puedo creer lo mucho que has crecido y lo generoso que eres -dijo Clara, abrazando a Diego. - Estoy orgullosa de ti.
Diego, con una sonrisa en el rostro, se dio cuenta de que la verdadera alegría no solo venía de los juguetes, sino de la amistad, la bondad y el amor familiar.
A partir de ese día, Diego no solo jugó con los demás, sino que se convirtió en un líder en su comunidad, recordando siempre ayudar a los que lo necesitaban, porque sabía que la amistad y la solidaridad son los mayores tesoros que uno puede tener.
FIN.