El Dulce Sueño de Sofia



Había una vez una familia que vivía en Ecuador: Cristina, Carlos y su pequeña hija Sofía. Un día, decidieron que querían buscar un futuro mejor, así que empacaron sus cosas y tomaron un avión hacia Estados Unidos.

Llegaron a un país donde todo era nuevo y diferente. Sofía miraba por la ventanilla del avión, con los ojos llenos de curiosidad.

"¿Mami, por qué estamos en este lugar?" - preguntó Sofía.

"Estamos buscando nuevas oportunidades, querida. Aquí haremos realidad nuestros sueños" - respondió Cristina con una sonrisa, aunque en su corazón había un poco de tristeza.

Al aterrizar, se dieron cuenta de que no conocían a nadie y el idioma que escuchaban era un completo misterio. La familia se instalaron en un pequeño departamento y comenzaron su nueva vida.

Cristina, que era excelente cocinera, decidió que lo que mejor sabía hacer era hornear postres. Así creó un plan para ayudar a su familia.

"Carlos, voy a hacer galletitas y tortas. Tal vez podamos venderlas en la plaza del barrio" - le dijo a su esposo.

"Es una gran idea, Cristina. La gente ama los postres. ¡Podremos hacer algo especial!" - dijo Carlos, entusiasmado.

Así que cada día, Cristina se levantaba temprano para hornear. Sofía la ayudaba, batiendo los ingredientes y decorando las galletas con chispas de chocolate de muchos colores.

"Mami, ¿sabías que en la plaza también hay un parque?" - preguntó Sofía mientras adornaba una torta.

"Sí, querida. ¡Podríamos llevar a otros niños para que vengan a probar nuestras galletas!" - respondió Cristina.

Un día, con una canasta llena de postres recién horneados, la familia fue a la plaza. Todos miraban con curiosidad. Sofía, al ver la mirada de la gente, se armó de valor y dijo:

"¡Hola! ¡Nosotros hicimos estas galletas! Son muy ricas, ¿quieren probarlas?"

Los adultos se rieron y algunos comenzaron a acercarse. Uno de ellos, un hombre muy amable, le dijo a Carlos:

"¡Qué delicia! Si las venden, seguramente más gente vendrá. ¡Así tendrían éxito aquí!"

"No sabemos cómo se hace eso, pero queremos intentarlo" - respondió Carlos, nervioso.

La familia decidió vender sus postres en un pequeño puesto de la plaza todos los fines de semana. Sofía, muy feliz, hacía sonrisas con el frosting en las galletas. Con el tiempo, el puesto se fue llenando de gente.

Un día, un niño se acercó y le preguntó a Sofía:

"¿Por qué las galletas son tan especiales?"

"Porque están hechas con amor y un poquito de esfuerzo, como nuestro nuevo hogar" - contestó Sofía.

A medida que la familia iba avanzando, Carlos encontró un trabajo como jardinero en un hermoso parque de la ciudad y Cristina empezó a hacer encargos de postres para fiestas y eventos. Poco a poco, aprendieron a hablar el nuevo idioma y a hacer nuevos amigos.

"Mami, he aprendido a decir 'gracias' en inglés. Se dice 'thank you'" - le contó Sofía a Cristina un día.

"¡Qué bien, mi amor! Eres muy inteligente, estoy orgullosa de ti" - respondió emocionada.

El éxito de las galletas fue tanto que un día una señora les ofreció un local donde podían vender sus postres.

"¿De verdad, mami?" - preguntó Sofía con los ojos brillantes.

"Sí, cariño. ¡Es un sueño hecho realidad!" - contestó Cristina, abrazando a su familia.

Así fue como la familia, unida y trabajando en conjunto, logró construir un nuevo hogar en Estados Unidos. Aprendieron que, aunque al principio todo parecía difícil, el amor, la perseverancia y el trabajo en equipo siempre traen dulces recompensas, tal como sus maravillosos postres.

Y así, en cada bocado de galleta que ofrecían, llevaban un pedacito de su hogar ecuatoriano y su corazón lleno de esperanzas.

FIN.

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