El durazno amable



Había una vez un hermoso huerto en el que vivían muchos árboles frutales. Entre ellos, se encontraban Don Durazno y Doña Durazna, dos duraznos muy especiales.

Don Durazno siempre mostraba una actitud amable y generosa con todos los demás árboles del huerto, mientras que Doña Durazna era conocida por su mal carácter y su falta de amabilidad. Un día soleado, cuando el huerto estaba lleno de vida y color, llegó hasta allí un grupo de niños.

Se acercaron a Don Durazno para pedirle algunos frutos para llevar a sus casas. Con una sonrisa en su rostro, Don Durazno les dio la bienvenida. "¡Hola niños! ¿En qué puedo ayudarlos hoy?"- preguntó amablemente.

Los niños se sorprendieron al ver la buena disposición de Don Durazno y le explicaron que querían recolectar algunos duraznos para compartir con sus familias. Sin dudarlo, el bondadoso durazno les ofreció los más dulces y jugosos frutos de su rama.

"Aquí tienen, queridos niños. Estos son los mejores duraznos del huerto. Disfrútenlos mucho"- dijo Don Durazno mientras extendía sus ramas hacia ellos. Los pequeños agradecieron emocionados y comenzaron a reagarrar los deliciosos duraznos uno por uno.

Mientras tanto, Doña Durazna observaba desde lejos con desdén. "¿Cómo es posible que ese tonto esté regalando sus frutos tan fácilmente? ¡No entiendo!"- murmuró enojada.

Decidida a demostrar que ella era mejor, Doña Durazna se acercó a los niños y les habló con rudeza. "¡Dejen de tomar los duraznos de Don Durazno! Son míos y no pueden llevárselos. ¡Váyanse ahora mismo!"- gritó furiosa.

Los niños se asustaron ante la actitud de Doña Durazna y rápidamente soltaron los duraznos que tenían en sus manos. Tristes y decepcionados, comenzaron a alejarse del árbol malhumorado. Pero entonces, Don Durazno intervino para defender a los pequeños.

"Doña Durazna, ¿por qué estás siendo tan desagradable con estos niños? El huerto es un lugar para compartir y ser amables unos con otros. No hay necesidad de ser egoísta"- le dijo calmadamente. Doña Durazna se quedó sorprendida por las palabras de Don Durazno. Nunca antes nadie le había hablado así.

Comenzó a reflexionar sobre su actitud y se dio cuenta de lo equivocada que estaba. "Tienes razón, Don Durazno. Me he comportado muy mal. No quiero ser una duraza antipática más"- admitió avergonzada.

Don Durazno sonrió comprensivamente y le ofreció una oportunidad para cambiar su forma de ser. "No te preocupes, Doña Durazna. Todos cometemos errores alguna vez. Pero siempre podemos aprender y mejorar nuestra actitud hacia los demás"- respondió bondadosamente.

A partir de ese día, Doña Durazna decidió cambiar su mal carácter por uno más amable y generoso como el de Don Durazno. Empezó a compartir sus frutos con los demás árboles y a ser más considerada con todos.

El huerto se llenó de alegría y armonía gracias a la lección que Don Durazno le había dado a Doña Durazna. Los niños volvieron a disfrutar de los deliciosos duraznos, pero esta vez acompañados por una Doña Durazna amable y amorosa.

Y así, el huerto se convirtió en un lugar donde reinaba la amistad, el respeto y la generosidad entre todos los árboles. Y todo comenzó con la actitud amable de Don Durazno y la valiosa lección que enseñó a Doña Durazna.

FIN.

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