El eco del corazón


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía una niña llamada Rosita. Rosita era alegre, curiosa y siempre estaba rodeada de música y risas.

Un día, su novio Martín decidió sorprenderla dedicándole una canción que había compuesto especialmente para ella. Martín era un talentoso músico local y pasó días enteros componiendo la melodía perfecta para expresar todo su amor por Rosita. Finalmente, llegó el momento de la gran sorpresa.

Martín organizó un concierto en el parque del pueblo, donde interpretaría la canción frente a todos los vecinos y, por supuesto, especialmente para Rosita.

La tarde del concierto llegó y el parque estaba lleno de gente emocionada por escuchar la nueva canción de Martín. Rosita estaba ansiosa por escuchar lo que su novio le había preparado con tanto cariño. Sin embargo, justo antes de que comenzara la actuación, un problema técnico hizo que los altavoces dejaran de funcionar.

- ¡Oh no! ¿Qué está pasando? -exclamó Martín desconcertado mientras miraba hacia los altavoces apagados. Rosita notó la preocupación en el rostro de su novio y se acercó a él para preguntar qué ocurría.

Cuando Martín le explicó lo sucedido, Rosita sonrió con calma y le dijo:- No importa si los altavoces no funcionan, Martín. Lo importante es que tú has dedicado esta canción tan especial para mí.

No necesito escucharla con mis oídos para sentir todo tu amor en cada nota. Martín se sintió reconfortado por las palabras de Rosita y decidió seguir adelante con la actuación a pesar del problema técnico.

Tomó su guitarra y comenzó a tocar la melodía con toda la pasión y el amor que sentía por Rosita. A medida que Martín tocaba, algo mágico comenzó a suceder en el parque.

Las personas se miraban entre sí sorprendidas al darse cuenta de que podían sentir la música vibrando en sus corazones sin necesidad de escucharla con sus oídos. Los niños reían emocionados mientras los adultos dejaban caer algunas lágrimas de felicidad.

Rosita cerró los ojos y se dejó llevar por la melodía, sintiendo cada acorde como si fuera un abrazo cálido de Martín. A pesar del silencio aparente, nunca antes se había sentido tan conectada con la música y con el amor que fluía entre ella y su novio.

Al finalizar la canción, el parque estalló en aplausos y ovaciones para Martín. Todos sabían que habían sido testigos de algo verdaderamente especial esa tarde: el poder del amor para trascender las barreras del sonido e llegar directamente al corazón.

Rosita abrazó a Martín con fuerza mientras le susurraba al oído:- Gracias por regalarme esta hermosa melodía, mi amor. Aunque mis oídos no pudieran escucharla hoy, mi corazón resonará con ella para siempre.

Y así, entre risas y lágrimas de alegría, Rosita y Martín comprendieron que el verdadero valor de una canción no reside en cómo se escucha sino en cómo se siente dentro del alma cuando proviene del corazón puro e incondicionalmente enamorado.

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