El egoísmo y la amistad en Astrolandia
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Astrolandia, un grupo de planetas que vivían en armonía y felicidad. Cada uno de ellos tenía su propio color y personalidad única.
Había Mercurio, el planeta más rápido; Venus, el más brillante; Marte, el más valiente; Júpiter, el más grande; Saturno, con sus hermosos anillos; Urano, el más misterioso; Neptuno, el más tranquilo; y Plutón, el pequeño pero valiente.
Un día soleado en Astrolandia, los planetas decidieron hacer una fiesta para celebrar su amistad. Todos estaban emocionados por pasar tiempo juntos y compartir experiencias. Sin embargo, había un planeta llamado Egoísmo que no estaba interesado en la fiesta.
Él creía que era mejor estar solo y no preocuparse por los demás. Mientras los demás planetas se preparaban para la fiesta decorando con luces brillantes y música alegre, Egoísmo observaba desde lejos con desdén.
Pero algo inesperado sucedió cuando llegó al lugar de la fiesta: vio al niño Mathias llorando en una esquina. Egoísmo se acercó a Mathias y le preguntó qué le pasaba. El niño explicó que se sentía solo porque nadie quería ser su amigo en la escuela.
Egoísmo sintió empatía por él y decidió ayudarlo. - ¿Qué te parece si vamos a jugar con los otros planetas? Seguro van a querer conocerte - propuso Egoísmo. Mathias, aunque un poco dudoso, aceptó.
Juntos se acercaron al grupo de planetas y Egoísmo presentó a Mathias a sus amigos. - ¡Hola, chicos! Les presento a Mathias. Es un niño muy especial y necesita amigos como nosotros - dijo Egoísmo. Al principio, los demás planetas no estaban seguros de cómo reaccionar.
Pero después de escuchar la historia de Mathias y ver lo amable que era, decidieron darle una oportunidad. Los días pasaron y Mathias se convirtió en el mejor amigo de todos los planetas.
Descubrieron que tenían muchas cosas en común y disfrutaban pasar tiempo juntos.
Mercurio le enseñó a ser más rápido; Venus compartió su brillo con él; Marte lo ayudó a superar sus miedos; Júpiter le mostró cómo ser valiente; Saturno le regaló un anillo hecho por él mismo; Urano le reveló sus secretos más profundos; Neptuno lo calmaba cuando estaba triste; y Plutón siempre estaba allí para apoyarlo en su valentía. La fiesta fue todo un éxito gracias a la bondad y el respeto entre los planetas.
Aprendieron que trabajar juntos era mucho mejor que estar solos. Egoísmo también aprendió una gran lección: que compartir su amor y amistad con otros no solo hacía felices a los demás, sino también lo hacía sentirse bien consigo mismo.
Desde ese día, Astrolandia se convirtió en un lugar lleno de amistad, empatía y respeto entre todos sus habitantes.
Y el niño Mathias siempre recordó cómo los planetas le enseñaron a superar la soledad y encontrar la verdadera felicidad en la amistad. Y así, esta historia nos enseña que el egoísmo no tiene cabida cuando se trata de construir relaciones duraderas y significativas.
Todos somos diferentes, pero podemos aprender a valorar y respetar esas diferencias para crear un mundo mejor juntos.
FIN.