El elefante aventurero



Había una vez en un hermoso pueblo de Argentina, un pequeño y travieso elefantito llamado Cuchifluqui. Cuchifluqui vivía en la plaza del pueblo, rodeado de árboles frondosos y coloridas flores.

Todos los días, el elefantito jugaba con los niños del lugar, quienes lo adoraban por su alegría y espíritu aventurero. Un día soleado, mientras todos disfrutaban de sus actividades habituales en la plaza, Cuchifluqui decidió jugar a las escondidas.

Rápidamente se acercó a sus amigos humanos y les dijo: "¡Chicos! ¡Vamos a jugar a las escondidas! Yo me voy a esconder y ustedes tienen que encontrarme". Los niños emocionados aceptaron el desafío y comenzaron a contar mientras Cuchifluqui buscaba un buen lugar para ocultarse.

El elefantito miró alrededor y vio un enorme arbusto lleno de hojas verdes cerca de una fuente. Pensó que sería perfecto para su escondite.

Sin embargo, mientras se adentraba en el arbusto, una rama se enganchó en su cola haciéndolo tropezar hacia adelante sin darse cuenta. Cuando finalmente logró soltarse de la rama, notó que estaba completamente solo. Había perdido de vista a sus amigos.

Cuchifluqui comenzó a buscarlos por toda la plaza pero no había señales de ellos por ningún lado. Empezó a preocuparse cada vez más ya que no sabía cómo volver con ellos o si podrían encontrarlo.

Desesperado e inseguro sobre qué hacer, decidió acercarse a la fuente y se sentó en el borde, pensando en una solución. Fue entonces cuando escuchó una voz suave y amigable que provenía del agua de la fuente. "Hola Cuchifluqui, ¿necesitas ayuda?"- dijo la voz.

El elefantito miró sorprendido hacia abajo y vio a un simpático pez dorado nadando en el agua cristalina. "¡Sí! ¡Estoy perdido y no puedo encontrar a mis amigos!"- respondió Cuchifluqui con tristeza. El pez dorado sonrió y le dijo: "No te preocupes, pequeño elefante. Te ayudaré a encontrarlos".

El pez le sugirió al elefantito subirse sobre su espalda para poder explorar desde las alturas. Cuchifluqui aceptó emocionado y rápidamente trepó al lomo del pez dorado.

Juntos exploraron todo el pueblo desde los árboles más altos hasta los techos de las casas, pero aún no encontraban rastro de los amigos del elefantito. Justo cuando comenzaban a desanimarse, divisaron un grupo de niños jugando en el parque cercano. Cuchifluqui reconoció las risas y voces familiares; eran sus amigos.

Lleno de alegría, saltó del lomo del pez dorado y corrió hacia ellos. Los niños estaban encantados al ver a Cuchifluqui sano y salvo.

Todos lo rodearon con abrazos cálidos mientras él les contaba su aventura junto al pez dorado. A partir de ese día, Cuchifluqui aprendió la importancia de estar siempre atento a su entorno y de no aventurarse demasiado lejos sin sus amigos.

También aprendió que, incluso en momentos difíciles, siempre habrá alguien dispuesto a ayudarlo. Desde entonces, Cuchifluqui y los niños jugaron juntos con más precaución y nunca se separaron mientras jugaban en la plaza.

Y cada vez que pasaban por la fuente, saludaban al pez dorado con gratitud por haber sido su salvador. Y así, el pequeño elefantito comprendió que la amistad y la colaboración son fundamentales para enfrentar cualquier desafío que se presente en su vida. Fin.

FIN.

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