El Elefante Blanco y sus Nuevos Amigos



Había una vez en un frondoso bosque, un elefante blanco llamado Blanquito. A diferencia de los otros elefantes, su piel brillante y suave lo hacía destacar entre los demás. Blanquito soñaba con tener amigos con quienes jugar y compartir aventuras, pero siempre se sentía un poco diferente. Un día, mientras paseaba, escuchó risas y gritos que provenían de un claro. Al acercarse, vio a un grupo de animalitos: un conejo, una ardilla, un pajarito, y un pequeño ciervo.

"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó Blanquito, moviendo su trompa con entusiasmo.

Los animalitos se miraron entre sí, un poco nerviosos.

"No sé... eres muy grande y no podrías hacer las cosas que hacemos nosotros" - respondió la ardilla, balanceándose en una rama.

Blanquito sintió un nudo en su estómago, pero no se rindió.

"Puedo aprender a jugar de su manera. ¡Estoy dispuesto a intentarlo!" - dijo con una gran sonrisa.

Los Animalitos dudaron un momento. Pero también aprovecharon la oportunidad de ver cómo un elefante podría jugar.

"Está bien, pero primero tenemos que jugar a las escondidas" - sugirió el conejo, emocionado.

Así que comenzaron. El conejo contó hasta diez mientras los demás se escondían. Blanquito, sin querer, hizo temblar un árbol al tratar de ser sigiloso. Entonces, una lluvia de hojas cayó sobre el pajarito, que se asustó y salió volando.

"¡Ay, qué fue eso!" - gritó el pajarito.

"¿Puedo ayudar a buscar?" - ofreció Blanquito con su voz profunda.

"No, mejor no. Podrías hacer más ruido" - dijo.

Blanquito se sintió triste, pero luego, tuvo una idea.

"¡Voy a hacer algo diferente! Yo puedo ser el refugio. ¡Así siempre podrán esconderse detrás de mí!" - propuso con emoción.

Los animalitos miraron a Blanquito y sus rostros se iluminaron.

"¡Eso suena genial! ¡Eres tan grande que serás el mejor escondite!" - exclamó la ardilla.

Así, jugaron muy felices. Blanquito se convirtió en parte de su juego, y rápidamente aprendió a moverse a su alrededor, sin asustarlos.

Sin embargo, el día no parecía terminarse bien. Mientras estaban jugando, escucharon un gran ruido. Un árbol cercano comenzó a caer, y todos los animalitos se asustaron.

"¡Ay no! Hay que correr!" - gritó el ciervo.

Pero Blanquito se adelantó.

"¡Esperen! Puedo usar mi tamaño para tratar de detenerlo!" - dijo determinadamente, mientras colocaba su cuerpo en la trayectoria del árbol.

Los animalitos lo miraron con asombro y esperaron. Con un empujón fuerte, Blanquito logró mover un poco el árbol, desajustando su caída y evitando que estallara el caos.

"¡Lo lograste!" - gritaron emocionados.

"Eres nuestro héroe!" - aclamó la ardilla.

Blanquito sonrió, sintiendo que finalmente había logrado ser parte de su grupo.

"¿Quieren jugar otra vez?" - preguntó Blanquito.

"¡Por supuesto!" - dijeron todos a la vez. Desde ese día, Blanquito no solo fue el gran refugio y un amigo divertido, sino también el héroe del grupo. Aprendió que ser diferente podía ser su mayor fortaleza, y que siempre, al ser uno mismo, podía encontrar amigos verdaderos.

Y así, el elefante blanco y sus nuevos amigos vivieron aventuras inolvidables juntos, aprendiendo los unos de los otros y jugando hasta que el sol se ponía.

FIN.

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