El Elefante Dante y Su Gran Aventura
En un rincón del gran bosque de la Selva Alegre, vivía un elefante llamado Dante. Era un elefante muy curioso, siempre deseoso de conocer el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras paseaba cerca del arroyo, escuchó un murmullo intrigante.
"¿Qué será ese ruido?" - se preguntó Dante mientras movía su trompa de un lado a otro.
Decidido a investigar, Dante siguió el sonido y se encontró con un grupo de animales reunidos en un claro.
"¿Qué están haciendo?" - preguntó Dante, emocionado.
"Estamos organizando una gran carrera, pero parece que no podemos decidir quién será el que la corra. Nadie está de acuerdo" - respondió Maru, la tortuga, con una voz suave pero firme.
Dante, siempre listo para ayudar, decidió intervenir.
"¡Yo puedo correr!" - exclamó, levantando su trompa con entusiasmo.
"¿Tú?" - se sorprendió Kiwi, el pequeño loro. "No creo que puedas correr, sos muy grande y pesado."
"Por qué no hacemos una competencia con diferentes tipos de animales, así todos tienen una oportunidad. Además, podés correr a tu manera!" - sugirió Leo, el león.
A todos les gustó la idea, así que comenzaron a planear la carrera más divertida que jamás se hubiera visto en la Selva Alegre. Cada animal correría de la forma más peculiar que pudiera imaginar. El día de la carrera, los nervios y la emoción estaban al máximo.
Cada animal tenía su turno. Primero, Maru la tortuga con su paso lento pero decidido, luego siguió Kiwi volando en círculos y finalmente, llegó el momento de Dante.
"Yo solo correré a mi manera, ¡no te preocupes!" - dijo con confianza.
Pero cuando llegó el momento de ser el protagonista, Dante comenzó a sentir un nudo en el estómago. Tenía miedo de no poder seguir el ritmo.
"¿Y si no puedo?" - murmuró para sí mismo.
"Siempre puedes intentarlo, Dante. Lo importante aquí es disfrutar el momento!" - le dijo Leo, al ver la preocupación en su rostro.
Con un profundo suspiro, Dante se dispuso a correr. Empezó a moverse, pero con su propio estilo. En lugar de correr rápido, decidió dar grandes pasos y moverse con gracia. Todos los animales comenzaron a animarlos.
"¡Vamos, Dante!" - gritaba Kiwi, volando arriba de su cabeza.
Para sorpresa de todos, Dante se convirtió en el centro de atención. Cada paso que daba producía un sonido rítmico que hacía vibrar el suelo, y su grandeza en todo su esplendor cautivaba a todos los presentes. Mientras avanzaba, él se dio cuenta de algo importante. No necesitaba ser el más rápido, solo tenía que ser él mismo.
Al final, Dante cruzó la línea de meta, no en primer lugar, pero con una gran sonrisa en su rostro.
"Lo logré, ¡corrí a mi manera!" - exclamó lleno de alegría.
Los otros animales lo rodearon y lo felicitaron por su valentía y por haber disfrutado de la carrera a su propio ritmo.
"¡Eres un ejemplo, Dante! Has demostrado que lo importante no es ganar, sino participar y ser uno mismo." - dijo Maru con admiración.
Desde ese día, Dante no solo se convirtió en el amigo de todos, sino en el símbolo de la diversidad en la Selva Alegre. Todos los animales aprendieron que cada uno aporta su unicidad al grupo, y eso es lo que hace que la vida sea especial. Y así, Dante continuó explorando el bosque, sabiendo que no hay nada más valioso que ser auténtico y disfrutar de ser uno mismo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.