El Elefante Deshonesto



Había una vez en la vasta selva argentina un elefante llamado Ezequiel, conocido por todos como el Elefante Deshonesto. No porque hiciera cosas malas, sino porque tenía la costumbre de exagerar sus hazañas. Cada vez que contaba una historia, hacía que su vida parezca más emocionante de lo que realmente era.

Un día, mientras Ezequiel pasaba por el río, vio a su amigo el loro, Lolo, secándose bajo el sol.

"¡Hola, Ezequiel! ¿Qué hiciste hoy?" - preguntó Lolo con curiosidad.

"¡Ah! No lo vas a creer. ¡Hoy salvé a un pez de morir atrapado en una red!" - exclamó Ezequiel, inflando su trompa de orgullo.

Lolo sonrió, pero dentro de él había una pequeña duda. Después de todo, Ezequiel solía exagerar.

"¡Guau, Ezequiel! Eso suena increíble. Pero, ¿podrías contarme cómo pasó?" - pidió Lolo, anhelando escuchar más.

"¡Era una red gigante! Y cuando me acerqué, el pez ya estaba casi fuera de aire. Usé mi trompa para deshacer la red con la delicadeza de un cirujano..." - continuó Ezequiel, gesticulando dramáticamente.

A diferencia de Lolo, los demás animales de la selva, como la cebra Zazú y el tigre Tito, estaban cansados de las historias de Ezequiel. A menudo se sentían decepcionados cuando descubrieron que sus relatos eran más ficción que realidad.

"¡Ezequiel! Siempre dices que eres un héroe, pero nunca he visto nada de eso. La última vez, dijiste que detuviste una tormenta con tu trompa, y ni siquiera llovió aquel día!" - le dijo Zazú un día en el claro del bosque.

Ezequiel sintió un cosquilleo de vergüenza, pero en lugar de reconocer su error, decidió probar una vez más.

"¡Esto es diferente! Esta vez, mis amigos, les prometo que lo que cuento es verdad. Les invito a que me sigan al río y lo vean por ustedes mismos. ¡Prometo hacer algo impresionante!" - aseguró, tratando de convencerlos.

Intrigados, los animales decidieron seguir a Ezequiel. En el camino, él pensó en cómo podría impresionar a sus amigos y decidió que atrapar un pez los haría creer en sus historias. Al llegar al río, comenzó a hacer trucos con su trompa, tratando de atrapar a los peces.

"¡Ven aquí, pez! ¿No ves que soy un héroe?" - gritaba, mientras saltaba y daba vueltas. Sin embargo, todos los peces se escapaban al ver su gran sombra.

Lolo, viendo que su amigo se estaba esforzando mucho, le dijo:

"Tal vez deberías intentar ser tú mismo, Ezequiel. A veces, las cosas simples son las más asombrosas. ¿Por qué no intentas hablar a los peces para que se acerquen?".

Fue entonces que Ezequiel, se dio cuenta de que en su afán de impresionar, había olvidado lo que realmente importaba: ser honesto y auténtico.

"Tienes razón, Lolo. No tengo que ser un héroe en sus ojos. Solo debo ser yo mismo" - respondió Ezequiel.

Así, el Elefante Deshonesto dejó de intentar mostrar hazañas espectaculares y decidió simplemente disfrutar de la compañía de sus amigos. En lugar de pretender, les contó sobre su día a día, las cosas simples que le hacían feliz y todos comenzaron a reír juntos.

"Hoy se me acercó un mariposa que parecía un arcoíris. ¡Fui el más feliz!" - comenzó a contar Ezequiel, y todos los animales lo escuchaban con atención.

Con el tiempo, Ezequiel se volvió más querido en la selva, no por sus grandes actos, sino por su sinceridad. Finalmente, sus amigos se dieron cuenta que ser auténtico era mucho más valioso que cualquier historia emocionante.

Así, el Elefante Deshonesto se convirtió en el Elefante Sincero, y todos aprendieron la importancia de ser honestos y valorarse por lo que realmente son. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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