El Elefante Honesto
Había una vez en la selva, un elefante llamado Elefanto. Era un elefante muy especial; siempre decía la verdad, sin importar las circunstancias. Todos los animales lo admiraban por su sinceridad, pero a veces, su honestidad lo metía en problemas.
Un día, mientras caminaba por un sendero, se encontró con su amigo, el mono Ramón.
"Hola, Elefanto, ¿cómo estoy hoy?" - preguntó Ramón, haciendo una acrobacia.
"Hola, Ramón. Tu peinado se ve un poco desordenado" - respondió Elefanto sin pensarlo dos veces.
Ramón se miró en un charco de agua y, viendo su reflejo, se dio cuenta de que su amigo tenía razón.
"¡Ah, tenés razón!" - dijo Ramón, arreglándose la melena mientras reía. "Pero, ¡sos tan honesto!"
A medida que avanzaban, se encontraron con una tortuga llamada Tita.
"Hola, Elefanto. ¿Cómo me veo hoy?" - preguntó Tita.
Elefanto no quiso herir los sentimientos de Tita, así que dudó un poco.
"Estás... muy colorida, Tita" - improvisó, tratando de ocultar la verdad.
Tita sonrió y se sintió mejor, pero Ramón lo miró con sorpresa.
"¿Por qué no le dijiste la verdad como siempre?" - inquirió Ramón.
Elefanto se encogió de hombros, sin saber qué responder.
"Quizás... no siempre hay que decir la verdad tan brusca, ¿no?" - planteó.
Al día siguiente, Elefanto se enteró de que había un concurso de habilidades en la selva, y todos los animales estaban muy emocionados. El premio era una gran medalla de oro. Todos se preparaban, desde la cebra que corría rápido hasta el león que rugía fuerte.
Elefanto quiso participar, así que ensayó todo lo que sabía hacer: nadar, correr y hasta imitar el rugido del león.
El día del concurso, más animales se sumaron. Mientras todos mostraban sus talentos, Elefanto notó que Tita estaba nerviosa, pues no sabía si participar.
"No te preocupes, Tita. ¡Eres la más ágil de todas!" - le animó.
"¿Y si no lo hago bien?" - preguntó Tita, insegura.
"Lo importante es intentarlo, no ganar" - le dijo con una sonrisa.
Finalmente, Tita decidió participar y, pese a que al principio se cayó, se levantó y continuó. La multitud aplaudió su esfuerzo, y Tita se sintió orgullosa.
El concurso avanzó y llegó el turno de Elefanto.
"Voy a mostrarles mi talento...¡ser honesto!" - proclamó.
Los animales murmuraron intrigados.
"¿Qué es eso?" - preguntó un loro curioso.
Elefanto miró a todos y dijo:
"Voy a decir lo que pienso sobre cada uno de nosotros. ¡Empezando por mí! Si digo la verdad, también puedo aprender de mis errores."
"¡Genial!" - exclamó Ramón, emocionado.
Elefanto empezó a hablar.
"El león, ruge increíble, pero a veces se asusta de sus propios rugidos" - dijo, haciendo reír a todos.
"La cebra, con sus rayas, es rápida, pero a veces se distrae con sus propias patas" - comentó con humor.
"Y yo, bueno, soy grande pero a veces me tropiezo con mis propias orejas."
Los animales no paraban de reír.
"¿Te das cuenta, Elefanto? Tu honestidad nos hace ver que nadie es perfecto!"," grito Ramón.
Al final del concurso, el jurado decidió que todos los participantes se llevarían la medalla, ya que todos habían demostrado ser valientes y haber aprendido algo importante.
"Gente, ganamos todos!" - dijo Tita emocionada, mostrando su medalla.
Elefanto sonrió y se dio cuenta de que, a veces, la honestidad puede ser una forma de inspirar a los demás, y que hay más de una manera de ser valiente.
Desde ese día, Elefanto se dio cuenta de que ser honesto no siempre significaba ser brusco, sino más bien ser sincero con el corazón. Así, se convirtió en el elefante que no solo decía la verdad, sino que también ayudaba a otros a sentirse mejor consigo mismos.
Y así concluyó una hermosa aventura en la selva, donde todos aprendieron la importancia de la honestidad y la amistad, sabiendo que la sinceridad es un valor que siempre hay que llevar en el corazón.
FIN.