El Elefante que Quería Volar
En la vasta sabana de África, había un elefante llamado Eli, que siempre miraba a los pájaros volar y soñaba con poder hacer lo mismo. Un día, mientras daba un paseo cerca del lago, se encontró con su amiga la cebra Zara.
"¿Por qué estás tan pensativo, Eli?" - preguntó Zara, al notar la mirada soñadora en su rostro.
"Oh, Zara, me encantaría poder volar como los pájaros. ¿Te imaginas? Verlo todo desde las alturas" - suspiró Eli, mientras miraba al cielo azul.
"Pero Eli, tú eres un elefante. Los elefantes no pueden volar" - dijo Zara, un poco preocupada por el sueño imposible de su amigo.
Sin embargo, Eli no se daba por vencido. Cada día veía cómo los pájaros se deslizaban y giraban, y su deseo de volar crecía más y más. Una mañana, decidió que tenía que hacer algo al respecto. Fue a buscar a su amigo el búho Horacio, un animal conocido por su sabiduría en el bosque.
"Horacio, necesito tu ayuda. Quiero volar. ¿Tienes alguna idea de cómo puedo hacerlo?" - preguntó Eli con mucha determinación.
"Bueno, Eli, no te puedo dar alas, pero tal vez podamos encontrar una manera para que sientas la sensación de volar" - respondió Horacio, acariciándose la barba pensativamente.
El búho le explicó a Eli que había un gran acantilado cerca del lago y que si se subía a la cima, podría ver el mundo desde lo alto. Eli se emocionó ante la idea y comenzó a caminar hacia el acantilado junto a Zara y Horacio.
Al llegar, Eli miró hacia abajo y se sintió un poco asustado, pero los amigos lo alentaron.
"¡Vamos, Eli! Puedes hacerlo. Solo tienes que creer" - dijo Zara, brincando de alegría.
"Respira profundo y mira al horizonte, eso te hará sentir libre" - añadió Horacio, mientras aleteaba sus alas emocionado.
Con un gran respiro, Eli subió a la cima del acantilado. Desde allí, podía ver todo: el lago brillante, la selva verde y sus amigos correteando. Sus enormes orejas se agitaron con el viento y por un momento, se sintió flotando.
"¡Miren, estoy volando!" - gritó Eli, emocionado, mientras agitaba sus patas como si intentara alzar el vuelo.
Pero entonces, algo inesperado pasó. El viento comenzó a soplar con más fuerza y Eli, sin quererlo, empezó a rodar colina abajo. Zara y Horacio le gritaron:
"¡Eli! ¡Cuidado!" - mientras corrían tras él.
A medida que Eli rodaba, comenzó a reírse. Aunque no había volado como los pájaros, la caída le dio una sensación liberadora, como si realmente estuviera flotando. Finalmente, se detuvo en la base del acantilado, riendo con alegría.
"¡Eso fue increíble!" - dijo Eli, aún riendo. "No volé, pero me sentí libre - como si estuviera en el aire."
Zara y Horacio lo alcanzaron y juntos comenzaron a reír.
"A veces, las cosas no salen como las planeamos, pero eso no significa que no podamos disfrutar la aventura" - dijo Horacio, guiñando un ojo.
Eli sonrió, comprendiendo que aunque no podía volar como un pájaro, siempre podría encontrar su propia forma de sentir la libertad. Y todos aprendieron que los sueños pueden ser diferentes pero no menos especiales.
Desde ese día, Eli seguía mirando a los pájaros, pero ahora lo hacía con una sonrisa, sabiendo que su sueño de volar lo había llevado a una aventura inolvidable. La amistad y la alegría eran las alas que realmente importaban.
FIN.