El Elefante y la Abeja
Había una vez en la vasta selva de la Amazonia, un elefante llamado Elías. Elías era un elefante enorme, con grandes orejas y una trompa larga que movía con gracia. Pero había algo que lo hacía sentir diferente: era un poco torpe. Sus patas pesadas a veces obstacles en su camino, y se sentía inseguro al jugar con los otros animales. Sin embargo, tenía un corazón enorme y soñaba con explorar el mundo.
Un día, mientras paseaba por un lago, vio a una pequeña abeja llamada Bibi que revoloteaba entre las flores.
"¡Hola! Soy Elías, el elefante!"- dijo Elías con voz robusta.
"¡Hola, Elías! Soy Bibi, la abeja. ¿Por qué estás tan triste?"- preguntó la abeja, notando la expresión melancólica en el rostro del elefante.
"No es que esté triste, pero siento que no encajo. No puedo correr como los demás animales, ni subirme a los árboles. ¡Solo soy un elefante grande y torpe!"- respondió Elías con un suspiro.
Bibi, con su energía y chispa, decidió que ayudaría a Elías a ver su grandeza.
"¡No seas tonto! Tu tamaño es una ventaja. ¡Eres fuerte y puedes alcanzar lugares que otros no pueden!"- exclamó la abeja.
Elías, aunque escéptico, comenzó a sonreír.
"¿Cómo puede mi tamaño ser una ventaja, Bibi?"- preguntó, curioso.
"Vamos a probarlo. ¿Ves aquella montaña? Hay un hermoso lago en su cima. Si vamos juntos, yo te guiaré a través de los obstáculos, y tú me ayudarás a sortear los peligros. ¡Será una gran aventura!"- dijo Bibi emocionada.
Intrigado por la idea, Elías aceptó la propuesta. Juntos, comenzaron su viaje hacia la montaña.
Al principio, Elías tenía dudas.
"¿Y si me caigo? ¿Y si no puedo subir?"- murmuró.
"Ten fe, Elías. Cada paso contando. ¡Eres más fuerte de lo que crees!"- lo animó Bibi.
Mientras subían, encontraron un río que debían cruzar. Elías se detuvo, dudoso de su capacidad para saltar.
"Pensá en grande, Elías. Usá tu trompa para atraer ramas y hacer un puente** - sugirió Bibi. **"Yo volaré arriba y buscaré la mejor ruta!"-
Así lo hicieron. Elías, utilizando su trompa, creó un puente de ramas, mientras que Bibi volaba mapeando el camino. Cruzaron el río, brincando de emoción.
Finalmente, llegaron a la cima de la montaña. El paisaje era asombroso. El lago brillaba bajo el sol, y era mucho más hermoso de lo que Elías había imaginado.
"¡Lo logramos!"- exclamaron juntos.
Pero allí arriba, una tormenta repentina comenzó a formarse. El viento soplaba fuerte y la lluvia caía. Bibi, preocupada, gritó:
"¡Elías, necesitamos encontrar refugio!"-
"¿Qué haremos? ¡Soy demasiado grande para esconderme en un lugar pequeño!"- dijo Elías.
"Tú eres grande, pero también fuerte. Usa tu tamaño para protegernos. ¡Colócate entre la tormenta y yo!"- gritó Bibi.
Elías comprendió. Se giró, apoyando su cuerpo contra el viento, mientras Bibi se resguardaba cerca de su trompa. La tormenta rugió, pero gracias a la valentía y fortaleza de Elías, ambos se mantuvieron a salvo.
Cuando la tormenta finalmente pasó, Elías sintió una ola de confianza.
"¡Ahora entiendo!"- dijo Elías. **"Mi tamaño no me limita, me hace fuerte y especial. Puedo ayudar a otros de maneras que no había imaginado. ¡Gracias, Bibi!"-
Bibi sonrió.
"Y yo he aprendido que no importa cuán pequeños seamos, todos tenemos algo que ofrecer. ¡Eres un gran amigo, Elías!"-
Desde aquel día, Elías y Bibi se volvieron inseparables, explorando la selva juntos. Elías ya no se sentía torpe; sabía que su tamaño era una bendición y que, con la ayuda de sus amigos, podía enfrentar cualquier desafío. Y así, Elías el Elefante y Bibi la Abeja aprendieron la importancia de valorar sus diferencias y trabajar juntos, siendo un equipo perfecto que podía lograr cualquier cosa.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.