El Elefantito que Bailaba en el Barco
Era un hermoso día de sol en el puerto de la ciudad. El aire fresco y el sonido de las olas creaban una melodía perfecta. Entre el bullicio de la gente, había un elefantito llamado Tambo que soñaba con bailar. Tambo era conocido por su alegre personalidad y su tremenda energía. A pesar de ser un elefante, siempre encontraba la manera de hacer que todo a su alrededor brillara.
Un día, mientras jugaba en la playa, vio un barco colorido atracado en el puerto. Lleno de curiosidad, se acercó y gritó:
"¡Hola! ¿Puedo bailar en tu barco?"
El capitán del barco, un loro llamado Paco, lo miró confundido.
"¿Tú? ¿Bailar en mi barco? No sé si eso sea posible. ¡Eres un elefante!"
"Por favor, ¡dame una oportunidad! Prometo que lo haré genial".
Paco se rascó la cabeza con su ala y decidió darle una oportunidad.
"Está bien, Tambo. Pero primero debes mostrarme algunos pasos en la orilla".
Tambo comenzó a mover su cuerpo de un lado a otro, haciendo giros y zancadas como un verdadero bailarín. Los niños que jugaban cerca se detuvieron y comenzaron a aplaudir.
"¡Bravo, Tambo! ¡Bailas impresionante!", gritó Lila, una niña con trencitas que se sumó a la emoción.
El barco estaba lleno de frutas frescas, y entre ellas, una canasta repleta de frutillas rojas.
"Si haces una actuación fenomenal, te prometo que podrás disfrutar de esas riquísimas frutillas después", dijo Paco.
Tambo se llenó de entusiasmo y subió al barco con una sonrisa. Comenzó a bailar en la cubierta mientras el sol brillaba intensamente.
A medida que se movía, el barco comenzó a moverse también. La música que salía de un viejo gramófono llenaba el aire y, mágicamente, el barco empezó a navegar.
"¡Mira, estamos navegando!", gritó Lila, asombrada.
Pero de repente, una ola grande hizo que el barco se balanceara. Tambo, en su baile, perdió el equilibrio y rodó hacia un lado.
"¡Oh, no! ¡Ayuda!"
Paco y Lila se apresuraron a ayudarlo.
"Tranquilo, Tambo, ¡nosotros estamos aquí! ¡Tienes que levantarte y seguir bailando!"
"Pero tengo miedo, ¿y si me caigo de nuevo?"
"La vida es como un baile. A veces puedes caer, pero lo más importante es levantarse y seguir adelante", le dijo Paco.
Encaminado por las palabras de su amigo, Tambo decidió que no se dejaría vencer por un pequeño tropiezo. Se levantó, se sacudió y comenzó a bailar con más ganas que nunca.
A medida que giraba y saltaba, la energía del baile hizo que el barco se equilibrara. Todos en el puerto comenzaron a bailar al ritmo de su alegría. Las frutillas, al sentir la vibra positiva, parecían brillar más intensamente.
Finalmente, cuando terminó la actuación, el barco atracó de nuevo en el puerto, y los aplausos resonaron como un eco de felicidad.
"¡Eres un gran bailarín, Tambo! ¡Nos hiciste vivir una aventura inolvidable!", exclamó Lila
"¡Y ahora, estas frutillas son todas tuyas!", dijo Paco, entregándole a Tambo la canasta.
Tambo sonrió, no solo porque tenía las frutillas, sino porque había aprendido a levantarse después de caer.
"¡Gracias, amigos! ¡Hoy aprendí que bailar es divertirse, pero también es saber levantarse!"
Así, con frutillas en la pancita y alegría en el corazón, Tambo regresó a casa con la promesa de que siempre bailaría, sin miedo a las caídas.
FIN.