El Emperador Desnudo



Había una vez en un reino lejano un Emperador que era conocido por su obsesión con la moda. Gastaba todas sus riquezas en adquirir trajes nuevos y extravagantes, siempre buscando destacar entre todos los habitantes de su reino.

Tenía un guardarropa lleno de prendas de todos los colores y estilos imaginables, pero nunca parecía tener suficiente.

Un día, mientras paseaba por los bulliciosos mercados de la ciudad, el Emperador se topó con un grupo de tejedores que habían llegado de tierras lejanas. Ellos aseguraban ser capaces de tejer el material más hermoso y especial del mundo, uno que solo las personas más inteligentes y refinadas podrían ver.

Intrigado por esta afirmación, el Emperador decidió encargarles la creación de un nuevo traje para él. Los tejedores aceptaron gustosos y comenzaron a trabajar en secreto en el palacio real. Todos en la corte estaban ansiosos por ver cómo luciría este supuesto material único.

Al pasar los días, el Emperador se impacientaba por ver su nuevo traje. Finalmente, llegó el momento tan esperado y los tejedores presentaron una prenda invisible al ojo común.

Sin embargo, al mirarse en el espejo, el Emperador no vio nada más que su propia desnudez. "¡Es maravilloso! ¡Es espectacular!" -exclamaba el Emperador mientras posaba frente a sus consejeros.

Todos en la sala asentían temerosos de contradecir al Emperador, quien continuaba desfilando con su supuesto traje nuevo por las calles del reino. La gente lo observaba sorprendida; algunos murmuraban sobre la locura del Emperador al caminar desnudo por las calles. Sin embargo, nadie quería llevarle la contraria ni admitir que no veían ningún traje puesto en él.

Hasta que finalmente un niño pequeño exclamó:"¡Pero si está desnudo! ¡El Emperador no lleva nada puesto!"Las risas comenzaron a extenderse entre la multitud hasta llegar al propio Emperador, quien comprendió entonces que había sido engañado por los astutos tejedores.

Aunque avergonzado al principio, pronto empezó a reír junto con todos los presentes. Desde ese día, el Emperador aprendió una valiosa lección sobre la verdadera belleza y humildad.

Dejó atrás su obsesión por lucir siempre lo mejor y aprendió a valorar lo auténtico y sincero tanto dentro como fuera de sí mismo.

Y así fue como aquel reino vivió felices días bajo el reinado del sabio Emperador que supo apreciar lo verdaderamente importante en la vida: la honestidad y la bondad hacia uno mismo y hacia los demás.

FIN.

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