El Enamorado Sol y la Soñadora Luna



Érase una vez, en un cielo lleno de estrellas brillantes, el Sol y la Luna vivían en mundos diferentes pero sus corazones estaban entrelazados. El Sol, cálido y radiante, iluminaba los días, mientras que la Luna, suave y plateada, traía dulces sueños a las noches. A veces, entre sus mundos, podían verse y jugar al escondite detrás de las nubes.

Un día, mientras el Sol sonreía y sus rayos acariciaban la Tierra, la diosa Afrodita, que representaba el amor, miró a los dos enamorados y sintió un atisbo de envidia. “¿Por qué ellos tienen tan hermosa conexión y yo no? ”, pensó. Afrodita decidió separarlos.

Con un soplo de su magia, envolvió al Sol en nubes oscuras y cubrió la Luna con sombras que la mantenían alejada de su amado. El Sol, triste con su nuevo velo, gritó al viento:

- “¡Luna, amor mío! ¿Dónde estás? ¡No puedo soportar esta distancia! ”

La Luna, comenzando a sentir el frío de la soledad, susurró entre lágrimas:

- “¡Sol, querido! No puedo ver tus rayos y mi corazón se siente vacío.”

El tiempo pasó y, aunque ambos seguían brillando, sentían que sus días y noches eran incompletos. La Tierra también se sentía extraña, como si el brillo del Sol y la Luna estuvieran a medias. Las flores no florecían con el mismo fervor y las estrellas parecían más lejanas.

Un día, Zeus, el dios poderoso del Olimpo, notó la tristeza que se cernía sobre el cielo. Con su voz vibrante, exclamó:

- “¿Qué pasa aquí? El Sol y la Luna están destinados a estar juntos. La envidia de Afrodita no debería romper su amor.”

Entonces, Zeus pensó a un plan. Cuando la alineación del Sol y la Luna fuera perfecta, permitiría que se encontraran, aunque fuera solo por unos segundos. En ese momento, un hermoso eclipse solar tendría lugar.

Cuando el gran día llegó, la Tierra observó ansiosamente. Los animales pararon sus actividades y los niños miraban al cielo con expectación. El Sol, imponente y brillante, comenzó a moverse detrás de la Luna. Las nubes estaban listas y el aire se volvió tenso de emoción.

Finalmente, la Luna llegó justo en frente del Sol y el cielo se volvió oscuro. Un silencio profundo envolvió al mundo y entonces sucedió el milagro. En ese breve momento, el Sol y la Luna se vieron y sus corazones latieron al unísono.

- “Te he extrañado, hermosa Luna”, dijo el Sol con voz melódica.

- “Y yo a ti, querido Sol. Esa soledad ha sido muy difícil”, respondió la Luna con alegría.

Los dos se sonrieron, su luz brilló con fuerza y su conexión iluminó el mundo, aunque por solo unos segundos. Entonces, de repente, la magia de Zeus se desvaneció y la Luna siguió su camino, y el Sol continuó brillando en el cielo. Pero sabían que el amor siempre encontraría una manera, aunque tuvieran que esperar hasta el próximo eclipse.

Desde entonces, cada vez que hay un eclipse, el Sol y la Luna se encuentran nuevamente, recordándose que el amor es más fuerte que cualquier obstáculo. La Tierra celebra esos momentos con colores vibrantes, y todos sienten la alegría de ver a sus amigos, aunque solo por un instante.

Así, el Sol y la Luna jamás perdieron la esperanza, y aprendieron a ser patientes, pues el amor verdadero siempre encuentra el camino.

Y cada vez que un niño se asoma a mirar el cielo, sabe que el Sol y la Luna están bailando sus secretos en cada eclipse asombroso que presencian juntos.

FIN.

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