El Encanto de la Amistad
En un claro del bosque, donde los árboles susurraban cuentos antiguos, vivía una bruja llamada Lila. Ella estaba desterrada de su pueblo porque algunos creían que su magia era peligrosa. Sin embargo, Lila solo quería ayudar a los demás con sus pociones y hechizos. En su rincón del bosque, Lila cultivaba plantas mágicas y le daba forma a los sueños con sus encantos.
Un día, mientras estaba recolectando flores para una poción especial, se topó con un artesano llamado Tomás. Tomás también había sido desterrado de su pueblo porque sus obras eran diferentes. Creaba juguetes y objetos de decoración que contaban historias a través de sus diseños. Pero los demás no comprendían su arte, y por eso lo habían echado.
"¿Qué haces por aquí, extraño?" - preguntó Lila, mirando curiosa a Tomás.
"Estoy buscando un lugar donde pueda crear sin que me miren con desdén. ¿Y vos?" - respondió Tomás con tristeza.
Lila sonrió, sintiendo que ambos llevaban pesos similares en sus corazones.
"Quizás este bosque esté destinado a ser nuestro hogar, donde podamos ser quienes somos sin miedo".
"Me gusta esa idea. Podríamos ayudarnos mutuamente. Yo puedo hacerte algunos juguetes mágicos, y vos podrías enseñarme sobre tus hechizos.
"¿Juguetes mágicos? ¡Eso suena increíble!
Y así, los días se convirtieron en semanas, y la amistad entre Lila y Tomás floreció. Juntos, creaban juguetes que podían volar, muñecas que bailaban y animales de madera que contaban historias. Las risas llenaban el aire y, a medida que pasaba el tiempo, se dieron cuenta de que la magia de su amistad y su creatividad era más poderosa que cualquier hechizo.
Un día, mientras Lila mezclaba ingredientes en su caldero, un grupo de aldeanos, al que pertenecía una de las damas del pueblo, se adentró en el bosque buscando algo más que los típicos cuentos. Habían escuchado rumores sobre la magia de la bruja, pero no como la misma bruja la contaba.
-Los aldeanos estaban curiosos, pero también temerosos. Se acercaron lentamente y vieron a Lila y Tomás riendo juntos.
"¿Qué están haciendo aquí?" - preguntó la señora de la aldea, con voz fría. "¿No saben que lo que hacen es peligroso?"
"¡No!" - exclamó Tomás emocionado. "Estamos creando, y eso no es peligroso. ¡Miren esto!"
Tomás levantó un juguete volador, que comenzó a girar y a danzar en el aire. Los aldeanos observaron con asombro. Uno por uno, sus rostros empezaron a cambiar, hasta que la señora de la aldea soltó una risa y preguntó:
"¿Esto es posible? ¿Pueden hacer más?"
Lila y Tomás compartieron su magia y su arte con los aldeanos, quienes empezaron a ver que la diferencia de Lila y Tomás era lo que hacía especial su trabajo.
"Quizás... equivocamos al desterrarlos", dijo uno de los aldeanos.
"¿Por qué no vuelven? Pueden mostranos más de sus maravillas. Pueden enseñarnos y ayudarnos a ver las cosas desde otro ángulo" - propuso una niña del grupo.
Con esa invitación, Lila y Tomás se sintieron tocados. Aceptaron el regreso al pueblo, esta vez como parte de una comunidad en lugar de parias. El día de su regreso, Lila preparó pociones y Tomás mostró sus juguetes.
Desde ese día, el pueblo aprendió a valorar la creatividad y la magia que cada persona podía aportar. Lila y Tomás recordaron lo valioso de ser auténticos y de cultivar la amistad, lo que a la larga ayudó a cambiar corazones.
Y así, entre risas, magia y creatividad, su historia se convirtió en parte del legado del pueblo, recordando siempre que la verdadera magia reside en la aceptación y el amor que se comparten entre amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.