El Encanto de las Palabras



En una pequeña vereda llamada El Encanto, había un simpático colegio donde los niños llegaban con sonrisas y el alma llena de curiosidad. Entre ellos estaba Carlitos, un niñito de siete años que soñaba con ser un gran escritor. Sin embargo, tenía un pequeño problema: no lograba aprender a leer y escribir con la facilidad que deseaba.

Un día, el profesor Martín, conocido por su ingenio y cariño hacia sus alumnos, anunció un proyecto muy especial. "¡Atención, chicos! Este año vamos a lanzar el Club de los Cuentacuentos, donde cada uno de ustedes podrá escribir su propia historia y contarla al resto de la clase."

Los ojos de Carlitos se iluminaron, pero al mismo tiempo sintió un nudo en el estómago. "Pero, señor, ¿y si no puedo escribir bien?" - preguntó con timidez.

El profesor le sonrió con calidez. "No te preocupes, Carlitos. Este proyecto es para todos, y lo importante es que practiques. Te ayudaré en cada paso. Vamos a hacer de la escritura algo divertido."

Con eso en mente, Carlitos decidió inscribirse. Los días pasaron y con cada clase, el profesor Martín traía métodos nuevos. Una mañana, trajo cajas llenas de imágenes de animales, paisajes y juguetes.

"Hoy vamos a poner a prueba nuestra imaginación. Cada uno tomará una imagen y creará una historia a partir de ella. ¿Quién se anima?" - exclamó el profesor.

Carlitos eligió la imagen de un loro de colores vibrantes. Se sentó en su pupitre y comenzó a escribir: "Había una vez un loro llamado Lolo que vivía en un árbol muy alto...". Sintió que las palabras empezaban a fluir, pero al mirar a su alrededor, vio que sus compañeros escribían a gran velocidad.

"Señor, creo que nunca terminaré mi cuento..." - susurró, apenado.

El profesor se acercó y le dijo: "Cada historia tiene su propio ritmo, Carlitos. Lo importante es que te diviertas. Escribe lo que sientas, no lo que pienses. ¡Vamos juntos a leer lo que llevas hasta ahora!"

Así lo hicieron, y cuando Carlitos leyó su relato en voz alta, la clase se llenó de risas y aplausos. "¡Tu historia es genial!" - gritó su amiga Sofía. En ese instante, Carlitos sintió que las mariposas en su estómago se habían convertido en un mágico torrente de confianza.

A medida que avanzaban las semanas, el proyecto del Club de los Cuentacuentos se fui volviendo el favorito de todos. Cada viernes, los niños compartían sus historias, cada una más creativa que la anterior. Sin embargo, algo inesperado sucedió. Un día, el profesor Martín les presentó un desafío.

"Chicos, vamos a organizar un concurso de cuentos, y el ganador será premiado con un libro de aventuras."

Los corazones palpitaron de emoción y nervios. Carlitos se sintió más presionado que nunca. "Señor, no sé si podré ganar. Hay escritores muy buenos en la clase."

El profesor lo miró con seriedad, pero al mismo tiempo con apoyo. "Carlitos, lo más importante no es ganar. Lo fundamental es participar y dar lo mejor de uno mismo. ¿Te gustaría que escribamos juntos sobre el loro Lolo?"

Carlitos no lo podía creer. "¡Sí, claro! ¡Me encantaría!"

Así que se reunieron cada día después de clase para afinar la historia y darle un giro inesperado. Decidieron que Lolo, el loro, encontraría un tesoro escondido y ayudaría a un grupo de niños a descubrir el valor de la amistad.

Finalmente llegó el día del concurso. El aula estaba llena de nervios y sonrisas. Carlitos, con su cuento en mano, se sintió un poco aterrado, pero el recuerdo de las palabras del profesor Martín lo motivó. Le tocó el turno y, mientras leía la historia sobre Lolo, su voz resonó con más fuerza y confianza que nunca. Cuando terminó, el aula estalló en aplausos.

"¡Carlitos! Tu historia es digna de ser publicada!" - exclamó Sofía. "¡Deberías ser un escritor!"

Después de escuchar todas las historias, el profesor Martín, con una sonrisa, anunció al ganador. "Y el premio a la mejor historia es para... ¡Carlitos! por su cuento de Lolo el loro y la búsqueda del tesoro de la amistad."

Carlitos no podía creerlo. Se levantó y se acercó al profesor, quien le entregó un libro que brillaba con aventuras por descubrir.

"Gracias, profesor. No hubiera podido hacerlo sin su ayuda. Ahora sé que puedo lograr lo que me proponga."

"Y siempre podrás, Carlitos. Recuerda que la lectura y la escritura son puertas a mundos extraordinarios. ¡Sigue soñando!"

Desde ese día, Carlitos se convirtió en un ferviente lector y escritor, y el Club de los Cuentacuentos fue solo el comienzo de una mágica aventura en el mundo de las palabras. Y así, en la vereda de El Encanto, los niños aprendieron que con esfuerzo y un poco de apoyo, no hay sueño que no se pueda alcanzar.

FIN.

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