El Encanto de los Duendes



Había una vez un rey y una reina que vivían en un hermoso castillo. Eran amados por su pueblo, pero tenían un secreto: le temían a los duendes.

Cada noche, cuando se iban a dormir, cerraban todas las puertas y ventanas del castillo con llave para protegerse de esos pequeños seres traviesos. Un día, mientras paseaban por el jardín del castillo, escucharon risas provenientes de un arbusto cercano.

Al acercarse, encontraron a un grupo de duendes jugando y riendo entre sí. La reina dio un grito de miedo y el rey retrocedió asustado. Los duendes se detuvieron y miraron sorprendidos a los monarcas.

Uno de ellos, llamado Tito, se adelantó y dijo: "No tengan miedo, somos inofensivos. Solo queríamos jugar". El rey y la reina no podían creer lo que estaban escuchando. Nunca antes habían conocido a ningún duende que quisiera jugar pacíficamente.

Decidieron darles una oportunidad y les preguntaron qué tipo de juegos les gustaba jugar. Tito explicó que les encantaba jugar al escondite en el bosque encantado detrás del castillo. Ellos eran expertos en camuflaje y podían esconderse muy bien entre los árboles.

El rey y la reina aceptaron el desafío con algo de temor pero también con curiosidad por descubrir qué tan asustadizos eran realmente los duendes. Esa misma tarde, todos se dirigieron al bosque encantado.

Los duendes se escondieron mientras el rey y la reina contaban hasta diez. Al comenzar a buscar, los monarcas pronto descubrieron que encontrar a los duendes no era tan fácil como pensaban. Los árboles parecían moverse y las risas de los duendes resonaban en todas partes.

El rey y la reina corrieron de un lado a otro, intentando atrapar a los escurridizos duendes, pero siempre lograban escapar. Después de un rato, cansados pero felices por el juego, todos se encontraron en un claro del bosque.

El rey y la reina habían superado su miedo inicial y ahora disfrutaban realmente jugando con los duendes. A partir de ese día, el castillo se llenó de risas y juegos.

Los duendes se convirtieron en amigos cercanos del rey y la reina, quienes ya no temían estar cerca de ellos. El pueblo también notó el cambio en sus monarcas y comenzaron a acercarse al castillo para jugar con los duendes.

Pronto, todo el lugar se convirtió en una fiesta constante llena de diversión y alegría. El miedo del pasado quedó atrás gracias a Tito y sus amigos duendes.

El rey y la reina aprendieron que muchas veces nuestros mayores temores pueden convertirse en nuestras mejores oportunidades para crecer, aprender nuevas cosas e incluso hacer nuevos amigos. Y así fue como el miedo desapareció del corazón del rey y la reina gracias a unos pequeños seres traviesos llamados duendes.

A partir de ese momento, el castillo vivió en armonía y felicidad, demostrando que no debemos juzgar a los demás por su apariencia o reputación, sino darles una oportunidad de mostrarnos quiénes son realmente.

FIN.

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