El Encanto de Rosas Puquio



Hace mucho tiempo, en lo más recóndito del anexo de Viscap, existía un lugar mágico conocido por todos como Rosas Puquio. Era un paraje tan hermoso y especial que solo unos pocos afortunados podían llegar a él, escondido entre los cerros, donde el viento susurraba historias de antaño.

Cierto día, un grupo de amigos decidió emprender una aventura. Entre ellos estaban Ana, una niña curiosa y valiente; Tomás, un chico siempre dispuesto a ayudar; y Cato, un pequeño perro que nunca se separaba de su dueña.

"¿Cómo llegaremos a Rosas Puquio?"- preguntó Ana con su voz entrecortada de emoción.

"He escuchado que hay un sendero secreto que lleva hasta allí. Dicen que hay que cruzar el río y seguir el canto de las aves"- respondió Tomás, con su mirada llena de determinación.

Los tres amigos decidieron que aquel sería el día. Prepararon una mochila con bocadillos, agua y un mapa que había hecho Tomás. Partieron con gran entusiasmo, cruzando el río saltando de piedra en piedra.

Cuando llegaron al otro lado, se encontraron con un hermoso bosque lleno de colores y sonidos.

"Mirá esas mariposas, ¡son enormes!"- exclamó Ana, señalando a unas brillantes mariposas que danzaban alrededor de las flores.

Mientras seguían caminando, comenzaron a escuchar un canto melodioso que los guiaba hacia el corazón del bosque. De pronto, se toparon con una gran roca que bloqueaba el paso.

"No podemos rendirnos ahora. Hay que encontrar otra ruta"- dijo Tomás, buscando entre los arbustos.

"O quizás, podamos treparla"- sugirió Ana, mirando al cielo.

Con mucho esfuerzo, lograron escalar la roca y, una vez en la cima, vieron un espléndido paisaje que se extendía ante sus ojos. A lo lejos, se podía vislumbrar la entrada a Rosas Puquio, con rosas de todos los colores posibles iluminadas por el sol.

"¡Lo logramos!"- gritaron al unísono, llenos de alegría.

Al llegar a Rosas Puquio, se sorprendieron al ver un jardín mágico lleno de flores brillantes y árboles que cantaban al compás del viento.

"No puedo creer que esto sea real"- dijo Ana, con los ojos llenos de asombro.

"¡Miren!"- exclamó Cato, corriendo hacia un arbusto lleno de rosas. Allí, los amigos encontraron un pequeño libro polvoriento.

"¡Es un libro de cuentos!"- exclamó Tomás, entusiasmado.

Ana lo abrió, y cada página del libro revelaba una historia, pero la mágica Rosas Puquio tenía un secreto: ¡quien leía esas historias podía vivirlas!"Voy a leer una para todos"- dijo Ana, y comenzó a contar una historia sobre un valiente caballero que salvaba un reino.

Tan pronto como terminó de leer, los amigos sintieron como si fueran parte de esa historia. Se encontraron vestidos como caballeros y princesas, aventurándose en un bosque lleno de dragones y criaturas mágicas.

"Esto es increíble, ¡somos héroes!"- gritó Tomás mientras se lanzaba a la aventura.

Sin embargo, después de un tiempo, empezaron a sentir que algo no estaba bien. La historia comenzó a complicarse, y los dragones que antes eran amistosos se volvieron traviesos.

"¡No! Esta no es la historia que quería contar"- dijo Ana, preocupada.

Fue entonces cuando Cato, el pequeño perro, ladró fuertemente al cielo.

"Cato tiene razón. Es un cuento, ¡nosotros tenemos el poder de cambiarlo!"- dijo Tomás. "Solo tenemos que pensar en lo que deseamos".

Ana cerró los ojos y se concentró.

"Queremos que los dragones sean amigos y que la historia termine bien!"- gritó.

Al abrir los ojos, las criaturas se estaban riendo y jugando, el reino había cambiado de rumbo, ¡y todos eran felices!

Finalmente, regresaron a la realidad de Rosas Puquio, sintiendo el calor del sol y el aire fresco en sus rostros.

"Esto fue asombroso, pero debemos irnos. Las historias son maravillosas, pero siempre hay que recordar que nosotros somos los que las contamos"- dijo Ana, sonriendo.

"Y que nuestras aventuras están en nuestras manos"- agregó Tomás.

Cato ladró aprobando. Y así, con su corazón lleno de recuerdos, los amigos emprendieron el camino de regreso, sabiendo que siempre llevarían el encanto de Rosas Puquio con ellos.

Desde ese día, nunca dejaron de contar historias, y siempre recordaron que lo más importante es tener el poder de crear su propio destino, ya sea en los cuentos o en la vida misma.

FIN.

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