El Encanto de Rosita



Rosita era una joven niñera extranjera que había llegado desde lejos para trabajar con la familia Ríos, una de las más adineradas de la ciudad.

Desde el primer día en que puso un pie en aquella lujosa mansión, Rosita supo que su vida daría un giro inesperado y emocionante. La señora Ríos era una mujer ocupada y siempre estaba viajando por negocios, por lo que dejaba a cargo de sus tres traviesos hijos a Rosita.

A pesar de ser una tarea agotadora, Rosita amaba a los niños como si fueran suyos y disfrutaba cada momento que pasaba con ellos. Una tarde, mientras los niños jugaban en el jardín, Rosita recibió una carta.

Era de su novio Juan, un músico talentoso que vivía en su país natal. En la carta, Juan le contaba sobre una canción especial que había compuesto para ella y que pronto grabaría en un estudio profesional.

Rosita no podía contener la emoción y esperanza de escuchar esa melodía tan esperada. "¡Rosita! ¡Ven rápido!", gritó uno de los niños desde el jardín. Corrió hacia afuera y vio a los pequeños rodeando algo en el suelo.

Se acercó lentamente y descubrió un nido caído con polluelos dentro. Los niños estaban preocupados por las crías indefensas. "Tranquilos chicos, vamos a cuidarlos juntos", les dijo Rosita con ternura.

Con mucho cuidado, construyeron un nuevo nido con ramas y hojas cerca del lugar donde encontraron el antiguo nido caído. Los niños aprendieron sobre la importancia de ayudar a los animales necesitados y trabajaron juntos para proteger a los polluelos.

Esa noche, cuando los niños ya estaban dormidos, Rosita se sentó en su habitación pensativa. Miró la carta de Juan y sintió nostalgia por él. Recordó todas las canciones románticas que solían cantar juntos bajo la luz de las estrellas.

Al día siguiente, mientras limpiaba la casa sin usar productos químicos debido a su alergia, escuchó risas provenientes del patio trasero. Salió corriendo y vio a Juan parado frente al grupo de niños cantando una hermosa melodía acompañada de su guitarra. "¡Juan! ¡Qué sorpresa!", exclamó Rosita emocionada.

Los niños bailaban felices alrededor de ellos mientras Juan dedicaba la canción a Rosita con amor. Fue un momento mágico e inolvidable para todos.

Desde ese día en adelante, cada vez que Juan visitaba a Rosita o enviaba una nueva canción dedicada a ella desde lejos, recordaban aquel encuentro especial en el patio trasero de la mansión Ríos.

Y aunque vivían separados por kilómetros de distancia, el amor entre ellos seguía creciendo gracias a la música y al poderoso vínculo que compartían. Rosita aprendió muchas lecciones importantes durante su tiempo como niñera: valorar las pequeñas cosas de la vida, cuidar del prójimo sin importar quién sea y seguir persiguiendo sus sueños incluso cuando parezcan imposibles.

Y así fue como esta historia inspiradora demostró que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo en el camino hacia la felicidad eterna.

FIN.

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