El Encanto del Respeto



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una escuela llena de niños y niñas muy felices. En esta escuela, había dos amigos inseparables llamados Susana y Pedro. Juntos compartían risas, juegos y aprendizajes.

Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, apareció una bruja malvada. La bruja se acercó a los niños con un plan perverso en mente. Quería hacerles daño tocando sus cuerpos sin su consentimiento.

La profesora de la escuela, que era muy sabia y valiente, vio lo que estaba sucediendo y decidió intervenir para proteger a sus alumnos.

Se acercó rápidamente a Susana y Pedro y les explicó la importancia de respetar su propio cuerpo y el de los demás. "Susana, Pedro, es fundamental que comprendan que nadie puede tocar su cuerpo sin su permiso", les dijo la profesora con voz firme pero amable. Los niños asintieron con curiosidad mientras miraban fijamente a su maestra.

"Cada uno tiene derecho a decidir quién puede tocarlo o no", continuó la profesora. "Nadie debe sentirse obligado o incómodo ante cualquier tipo de contacto físico".

Susana levantó tímidamente la mano "Pero señorita ¿qué podemos hacer si alguien nos toca sin permiso?"La profesora sonrió "Si alguien te toca sin tu consentimiento, debes decirle claramente: ¡No me toques! Y luego buscar ayuda inmediatamente".

Pedro se mostraba algo preocupado "¿Y si esa persona no nos hace caso?"La maestra se agachó a su altura y le dio un abrazo reconfortante "Si alguien te ignora o no respeta tus palabras, debes buscar ayuda de un adulto de confianza. Ellos sabrán cómo protegerte".

Susana y Pedro entendieron la importancia del respeto hacia sus cuerpos y el valor de pedir ayuda cuando fuera necesario. Se sintieron empoderados al saber que podían defenderse.

Con el paso de los días, la bruja malvada intentó acercarse nuevamente a Susana y Pedro, pero esta vez los niños recordaron las enseñanzas de su profesora. Levantaron sus manos y gritaron con valentía: ¡No nos toques! La bruja malvada quedó sorprendida por la determinación de los niños y decidió alejarse para siempre.

A partir de ese día, Susana, Pedro y todos los demás compañeros de clase aprendieron a respetar sus propios cuerpos y el de los demás. Comprendieron que cada persona tiene derecho a decidir sobre su propio espacio físico.

La profesora les recordaba constantemente lo importante que era cuidarse mutuamente, creando así un ambiente seguro y amoroso en la escuela. Y así fue como Susana, Pedro y todos sus amigos vivieron felices en un mundo donde el respeto hacia sí mismos y hacia los demás era primordial.

Aprendieron que juntos podían enfrentar cualquier desafío con valentía y comprensión.

FIN.

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