El encuentro celestial de Alice



En un día soleado, Alice se encontraba jugando en su habitación cuando de repente una luz brillante la envolvió.

Cuando pudo abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente y maravilloso: ¡el cielo! Alice miraba a su alrededor con asombro y alegría. Vio a lo lejos a una mujer mayor que le sonreía y extendía los brazos hacia ella. Era su abuelita Claudia, quien solía hacerle panesitos deliciosos cuando estaba viva.

"¡Abuelita Claudia! ¡Qué felicidad verte aquí!" -exclamó Alice corriendo hacia ella para recibir un cálido abrazo. "¡Mi querida nieta! Estoy tan contenta de poder verte de nuevo. ¿Cómo has estado?" -respondió la abuelita Claudia con cariño.

Mientras caminaban juntas por el hermoso paisaje celestial, llegaron a un prado donde otra mujer mayor las esperaba con una sonrisa igual de radiante. Era la abuelita Tencha, a quien Alice no había tenido la oportunidad de conocer en vida.

"Hola, pequeña Alice. Soy tu abuelita Tencha. Aunque no nos conocimos en la Tierra, siempre te he cuidado desde aquí arriba" -dijo la abuelita Tencha mientras acariciaba el cabello de Alice con ternura.

"¡Es un placer conocerte, abuelita Tencha! Gracias por cuidarme desde el cielo" -respondió Alice emocionada por tener dos abuelitas tan amorosas junto a ella. Continuaron su paseo hasta llegar a una casa acogedora donde las esperaba una tercera mujer mayor.

Era la abuelita Lencha, de quien Alice tenía pocos recuerdos debido a que había fallecido cuando era muy pequeña. "Hola, mi niña preciosa.

Sé que no me recuerdas mucho, pero siempre he estado contigo desde el cielo" -dijo la abuela Lencha con voz suave y reconfortante. Alice sintió una mezcla de emoción y nostalgia al estar rodeada por sus tres queridas abuelitas en el cielo. De repente, una voz resonó en todo el lugar con calidez y paz.

"Bienvenida al cielo, querida Alice. Estoy feliz de verte aquí junto a tus adoradas abuelitas" -era la voz de Dios que hablaba directamente con ella. "¿Dios? ¿Eres tú?" -preguntó Alice sorprendida pero emocionada al mismo tiempo. "Sí, soy yo.

Siempre estoy cerca tuyo para guiarte y protegerte en cada paso que des en tu vida" -respondió Dios con infinita bondad. Alice sintió una sensación indescriptible de paz y amor al escuchar las palabras reconfortantes de Dios.

Sabía que nunca estaría sola y que sus amadas abuelitas siempre velarían por ella desde el cielo. Juntas compartieron momentos inolvidables llenos de risas, juegos y dulces recuerdos.

Y aunque era difícil despedirse al final del día, Alice sabía que siempre llevaría consigo el amor eterno de sus adoradas abuelitas y la presencia protectora de Dios en su corazón.

FIN.

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