El Encuentro de Alegría y Tristeza
Era un día soleado en el Colorín de la Emoción, donde siempre reinaba la alegría. Alegría era una pequeña niña con una sonrisa brillante que iluminaba todo a su alrededor. Cada mañana se despertaba con ganas de jugar, de reír y de compartir momentos felices con sus amigos. Ella realmente creía que la vida era una fiesta.
- ¡Hoy voy a hacer reír a todos! - exclamó, mientras saltaba de la cama.
Salió corriendo al parque, donde su grupo de amigos la esperaba. Juntos jugaron a las escondidas, bailaron, cantaron y, sin dudas, llenaron el aire de risas y alegría. Sin embargo, ese día algo cambiaría.
De repente, en un rincón del parque, vio a alguien nuevo. Era un niño con una expresión triste en el rostro. Se llamaba Tristeza. Su mirada estaba llena de sombra y su cuerpo parecía encorvarse como si llevara un gran peso.
- Hola, soy Alegría. ¿Por qué no te unes a nosotros? - dijo con dulzura.
Tristeza levantó la mirada, pero no pudo evitar suspirar.
- Gracias, Alegría, pero no tengo muchas ganas de jugar. No sé cómo divertirme. - respondió con un tono melancólico.
Alegría sintió su corazón apretarse. Nunca había conocido a alguien que no quisiera jugar, y eso despertó su curiosidad.
- Está bien si te sientes así. Pero, ¿podés contarme qué te pasa? - preguntó.
Tristeza dudó un momento y luego comenzó a hablar.
- A veces, siento que todo es gris. No me gusta estar así, pero no puedo evitarlo. - dijo mientras miraba el suelo.
Alegría se sentó cerca de él, pensando en cómo podía ayudar.
- La tristeza es una emoción, y está bien sentirse así a veces. Pero puede ser que junto a mí, puedas descubrir que hay cosas que también te pueden hacer sonreír. - le comentó.
Tristeza lo miró con curiosidad.
- ¿De verdad crees que eso puede pasar? - preguntó con un ligero hilo de esperanza en su voz.
- ¡Por supuesto! A veces, hablar de lo que sentimos puede ayudarnos. - expresó Alegría entusiasmada.
Así, Alegría le propuso algo diferente.
- ¿Qué tal si juntos exploramos el parque? Puede que haya cosas que te sorprendan. -
Con un pequeño gesto de aceptación, Tristeza accedió. Empezaron su paseo. Al principio, estuvo un poco reacio, pero la energía de Alegría lo fue animando poco a poco. Pasaron por el lago, donde un grupo de patitos nadaba felices y hasta hicieron una carrera saltando por el sendero.
- ¡Mirá esos patitos! - gritó Alegría, riendo mientras hacía una pirueta.
Tristeza no pudo evitar reírse un poco.
- ¡Son divertidos! - se sorprendió a sí mismo diciendo.
Alegría sonrió, sintiéndose feliz de que Tristeza se sintiera algo mejor. Pero cuando llegaron al columpio, la mirada de Tristeza cambió.
- Me gustaría jugar ahí, pero no sé si puedo. - dijo, sintiéndose inseguro.
- ¡Por supuesto que podés! - respondió Alegría orgullosa. - Vamos juntos. Te empujaré, y te prometo que vas a sentir el viento en tu rostro. -
Tristeza dudó un momento, pero finalmente se subió al columpio.
- Está bien, solo un poquito. - dijo nervioso.
Alegría comenzó a empujarlo suavemente, y con cada empujón, Tristeza sentía que la tristeza se desvanecía un poco.
- ¡Esto se siente bien! - gritó, mientras se mecía cada vez más alto.
Ambos rieron juntos, como si hubieran descubierto un nuevo mundo de emociones. Pero, de pronto, algo extraño sucedió. Tristeza se detuvo, y su mirada se volvió seria.
- Alegría, aunque me estoy divirtiendo ahora, sé que puedo volver a sentirme triste. - dijo con sinceridad.
- Eso está bien - respondió Alegría, sorprendida por su madurez. - Todos podemos sentir emociones diferentes. Tienes que saber que es normal, y está bien. La tristeza no es algo malo, a veces nos enseña. -
Tristeza asintió mientras pensaba en las palabras de Alegría.
- Entonces, ¿puedo estar triste y feliz al mismo tiempo? - preguntó.
- Exacto, cada emoción tiene su lugar. Podemos hacer un espacio para todas. - dijo Alegría, llena de sabiduría.
A partir de ese día, Alegría y Tristeza se volvieron amigos inseparables. Alegría le enseñó a Tristeza a disfrutar de los momentos felices, y a su vez, Tristeza ayudó a Alegría a ver que estar triste también tiene su belleza. Aprendieron a bailar en la lluvia y reír bajo los rayos del sol.
Y así, en el corazón del parque, Alegría y Tristeza demostraron que todas las emociones son importantes. Juntas, hicieron de cada día una nueva aventura.
El Colorín de la Emoción se llenó de colores diferentes, donde la tristeza encontró un rincón cálido al lado de la alegría. Aquella amistad inesperada hizo que todos aprendieran a abrazar sus emociones, sin temor ni vergüenza.
Y así, en cada rayo de sol y en cada gota de lluvia, Alegría y Tristeza crearon su propio arcoíris emocional, uno que jamás se desvanecería.
FIN.