El Encuentro de Ayzel e Isaí
Era un sábado soleado en el parque del barrio. Los pájaros cantaban y el aroma a pasto recién cortado llenaba el aire. En una de las canchas de básquet, Ayzel estaba lanzando la pelota al aro, pero siempre fallaba. Ella se frustraba, sin embargo, no se rendía. Cuando se preparaba para otro lanzamiento, una voz interrumpió sus pensamientos.
"¡Hola! ¿Te gustaría que te enseñe a lanzar?" - dijo Isaí, un chico de su edad que estaba mirando desde un costado.
Ayzel se dio vuelta y sonrió.
"¡Sí, por favor! Me encantan los deportes, pero no soy muy buena."
Isaí se acercó y tomó la pelota.
"Vamos a probar algo. El truco está en la postura y en seguir el movimiento. ¡Mirá!"
Con paciencia, Isaí le mostró cómo debía posicionarse. Con un poco de práctica, y muchas risas, Ayzel logró encestar por primera vez.
"¡Lo logré!" - gritó, mientras saltaba de alegría.
"¡Lo sabías! Todo se trata de seguir intentándolo y de no rendirse."
Empezaron a jugar juntos, compitiendo entre ellos y disfrutando del momento. La tarde pasó volando, y cuando el sol empezó a esconderse, ambos se sentaron en la banca a descansar.
"¿Sabías que el básquetbol es más que solo hacer puntos?" - preguntó Isaí.
"¿A qué te referís?" - respondió Ayzel, intrigada.
"Es un juego de equipo. Se trata de ayudarse unos a otros, de confiar en tus compañeros. Yo jugué en un equipo y aprendí lo importante que es trabajar en grupo."
A Ayzel le fascinaba escuchar a su nuevo amigo. En ese momento, decidieron que formarían su propio equipo.
Ambos empezaron a invitar a otros chicos del barrio a jugar junto a ellos. Así, poco a poco, el parque se llenó de risas y de juegos, de equipos armados y nuevas amistades. Se daban consejos mutuamente y se apoyaban en cada lanzamiento, cada pase y cada enceste.
Un día, mientras estaban en la cancha, un grupo de chicos un poco mayores se burló de Ayzel porque fallaba un lanzamiento tras otro.
"¿Ves? ¡No puedes jugar y nunca podrás!" - dijo uno de ellos.
Ayzel sintió que se le quebraba el corazón.
Isaí se percató de su tristeza y rápidamente interrumpió.
"No importa lo que digan. Todos cometemos errores. Y lo más importante es levantarse después de caer. ¿Te acordás? Cualquier objetivo que tengas, hay que persiguelo con esfuerzo."
"Sí… tienes razón. No dejaré que me afecten" - respondió Ayzel con firmeza.
Con el apoyo de Isaí, Ayzel se comprometió a seguir practicando, y tras unos días de mucha dedicación, comenzó a mejorar. Un día, se llevó una gran sorpresa.
"¡Mirá, Isaí! Pude encestar diez veces seguidas. ¡Estoy muy feliz!"
"¡Lo sabía! Esas son las recompensas de no rendirse. Este es solo el comienzo. Aún podemos ir más lejos, ¡tenemos que armar un equipo!"
A partir de esa noche, los dos amigos pensaron en cómo invitar a más chicos para formar un verdadero equipo de básquet.
Comenzaron a hacer carteles y a promocionar su interés en jugar juntos. En el primer entrenamiento, todos se divirtieron y aprendieron a respetarse y apoyarse. Desde ese día, el parque nunca estuvo vacío.
La amistad entre Ayzel e Isaí creció a medida que cada uno aprendía de sus diferencias. Ayzel era la creatividad, siempre impulsando ideas divertidas para los partidos. Isaí, por otro lado, traía la organización, manteniendo todo en orden para que el equipo funcionara como una gran familia.
Pasaron los meses, y al final del año, el equipo fue invitado a participar en un torneo local. Durante la competencia, Ayzel e Isaí miraron a su alrededor y se dieron cuenta de la cantidad de amigos que habían hecho a lo largo del tiempo, simplemente por jugar juntos.
"¿Ves lo que logramos?" - dijo Ayzel emocionada. "Todo comenzó con una simple práctica en un día soleado."
"¡Y con una hermosa amistad!" - agregó Isaí sonriendo.
Aunque no ganaron el torneo, se dieron cuenta de que eso no era lo más importante. Lo que realmente los llenaba de alegría era haber hecho un montón de amigos, haberse apoyado mutuamente y aprendido a disfrutar del juego.
Y así, Ayzel e Isaí aprendieron que la amistad y el trabajo en equipo son los valores más valiosos, y que por más diferente que fuera el compañero, siempre había algo nuevo que se podía aprender de él. Desde aquel día en el parque, su amistad perduró por siempre y el básquetbol se convirtió en parte de sus corazones.
FIN.