El Encuentro de Juan Esteban



Juan Esteban salía de su clase de religión, con su mochila un poco desprolija y su mente llena de preguntas. Le gustaba reflexionar sobre las cosas que había aprendido, pero hoy en particular sentía una gran curiosidad. En el camino a casa, mientras caminaba por un parque lleno de árboles frondosos y flores coloridas, de repente, tuvo un encuentro inesperado.

Ante él, apareció una figura luminosa con una sonrisa cálida y amigable. Era Jesús.

- ¡Hola, Juan Esteban! - dijo Jesús, como si lo hubiera estado esperando.

Juan Esteban se quedó boquiabierto. ¿Cómo era posible que Jesús estuviera allí, justo frente a él?

- ¡Hola! - logró balbucear Juan Esteban, sintiéndose un poco nervioso.

- Estaba observando cómo reflexionabas en tu camino de regreso. Tienes preguntas, ¿no es así? - le sonrió Jesús.

- Sí... - Juan Esteban se armó de valor. - En la clase hablaban de tus sacrificios para salvarnos. ¿Por qué hiciste tanto sacrificio?

Jesús se sentó en un banco cercano y le hizo un gesto a Juan Esteban para que se uniera a él.

- La vida es como un gran viaje - comenzó Jesús. - Cada uno de nosotros tiene un propósito, y a veces, ese propósito incluye hacer sacrificios por los demás.

- Pero, ¿por qué? - preguntó Juan Esteban, intrigado.

- Imagínate que tienes un amigo en problemas. Si tú puedes ayudarlo, ¿y no lo haces, porque es un sacrificio para ti? - Jesús vio cómo Juan Esteban pensaba en su propia vida.

- Bueno, no lo dejaría solo... - admitió Juan Esteban, sintiendo que comenzaba a entender.

- Exactamente. Amanecer y decidir ayudar a otros puede ser difícil, pero también es lo que nos hace verdaderamente humanos. - dijo Jesús, mirando al horizonte con nostalgia.

Juan Esteban pensó en su grupo de amigos, en cómo siempre se ayudaban en los momentos difíciles. Entonces, Jesús continuó:

- Cada acto de bondad puede parecer pequeño, pero muchos pequeños actos pueden cambiar el mundo. -

En ese momento, un pájaro se posó en la rama de un árbol cercano y empezó a cantar. Era una melodía hermosa, que llenaba el aire de alegría.

- ¡Mirá! - exclamó Juan Esteban. - El pajarito también quiere ayudar.

- Claro - rió Jesús. - Hasta los más pequeños pueden aportar amor y luz a nuestro entorno.

Entonces, su expresión cambió a una más seria.

- Pero a veces, nos enfrentamos a situaciones difíciles. No siempre podemos ver el resultado de nuestros sacrificios de inmediato.

- ¿Como cuando tienes que estudiar para un examen? - sugirió Juan Esteban, recordando los largos días de estudio.

- Exactamente. Muchas veces sacrificamos tiempo y esfuerzo en el presente para obtener algo mejor en el futuro.

Juan Esteban sintió que cada palabra que decía Jesús resonaba en su corazón.

- Entonces, ¿sacrificio significa amar? - preguntó, dibujando una sonrisa.

- Así es, Juan Esteban. Amar significa a veces dejar de lado nuestras necesidades para cuidar a los demás. Nunca subestimes el poder del amor.

En ese momento, un grupo de niños pasó corriendo, riendo y jugando. Se detenían de vez en cuando para ayudar a un compañero a levantarse después de caerse.

- ¿Ves? Todos los días hay oportunidades de amar. A veces ni lo notamos, pero cada acto cuenta.

Juan Esteban miró con nuevos ojos a los niños.

- Prometo que intentaré ayudar más a mis amigos y a quienes me rodean - dijo con determinación.

- Y eso es maravilloso, Juan Esteban. Recuerda, el amor y los sacrificios, por pequeños que sean, siempre tienen un efecto positivo, incluso en los momentos más difíciles. -

De repente, sintió que el tiempo comenzaba a pasar rápidamente, y un destello brillante apareció.

- Siempre estaré aquí, en cada gesto amable que hagas - dijo Jesús antes de desvanecerse en la luz.

Juan Esteban volvió a la realidad, sintiéndose lleno de energía. Se dio cuenta de que, en ese corto encuentro, había aprendido lecciones valiosas sobre el amor, el sacrificio y la importancia de ayudar a los demás. Siguió su camino a casa, pensando en todas las formas en las que podría hacer una diferencia, por pequeña que fuera, en el mundo.

FIN.

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