El Encuentro de Pedro y Benjamín



En un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivía Pedro, un niño serio y callado a quien le encantaba observar el mundo a su alrededor.

Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con Benjamín, un pequeño niño de 3 años que apenas sabía hablar. Benjamín estaba jugando con su balón rojo y, al ver a Pedro, corrió hacia él con entusiasmo. Pedro, sorprendido, no sabía cómo reaccionar ante tanta alegría.

- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? - preguntó Benjamín con una sonrisa. Pedro, algo incómodo, respondió: - Me llamo Pedro. - ¿Quieres jugar conmigo? - preguntó Benjamín emocionado. Pedro dudó por un momento, pero al ver la mirada ilusionada de Benjamín, asintió con una leve sonrisa.

Los días pasaron y, a pesar de ser tan diferentes, Pedro y Benjamín se volvieron grandes amigos.

Pedro enseñaba a Benjamín a observar el mundo con calma, a escuchar los sonidos del parque y a disfrutar de la paz que se encontraba en la naturaleza. Benjamín, por su parte, enseñaba a Pedro a reír, a jugar y a ver la vida con los ojos de un niño.

Juntos descubrieron que la amistad no entiende de edades ni de personalidades, que cada uno tiene algo especial para aportar al otro. Así, Pedro aprendió a soltar un poco su seriedad, mientras que Benjamín aprendió a prestar atención y a apreciar los pequeños detalles.

Con el tiempo, Pedro se volvió un poco más extrovertido, y Benjamín comenzó a expresarse con palabras más claras. A través de su amistad, ambos descubrieron un equilibrio perfecto entre la serenidad y la alegría. Finalmente, entendieron que la verdadera amistad no se trata de cambiar al otro, sino de complementarse mutuamente.

Y así, juntos, disfrutaron de innumerables aventuras en el parque, siempre aprendiendo el uno del otro y creciendo en su amistad.

FIN.

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