El Encuentro del Pasado



Érase una vez, en un día común en una escuela preparatoria, un adolescente llamado Lucas. Él se encontraba en el patio, rodeado de amigos, pero sentía una extraña confusión y desorientación. Mientras la risa y los juegos llenaban el aire, su mirada se desvió hacia un rincón del patio, donde vio a un ser peculiar: un viejo árbol cuyas ramas se entrelazaban como si abrazaran el cielo.

El árbol tenía un rostro amable y sabio. Lucas, sintiendo que en algún momento de su vida había conocido a ese árbol, se acercó intrigado.

"Hola, joven Lucas. ¿Por qué tan pensativo?" - preguntó el árbol, con su voz suave como el viento.

"No sé, me siento confundido. Todo parece un caos y no sé qué camino tomar" - respondió Lucas, bajando la mirada.

"Ah, la confusión es algo natural, pero recuerda que también es una oportunidad. Dime, ¿de qué te gustaría hablar?" - dijo el árbol, invitándolo a sentarse a su sombra.

Lucas se sentó y comenzó a contarle al árbol cómo se sentía perdido en sus estudios, las expectativas de sus padres y la presión de elegir un futuro.

"Siento que no soy bueno en nada y que decepcionaré a todos" - confesó Lucas con tristeza.

El árbol hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.

"A veces, el camino parece confuso, pero no hay un solo destino. Todos somos únicos, con habilidades diferentes. No te compares con los demás, busca lo que te apasiona" - aconsejó el árbol.

Lucas se quedó pensando en esto. Entonces recordó un pequeño secreto que había guardado en su corazón: siempre había amado dibujar, pero había dejado de lado su pasión por el miedo a no ser lo suficientemente bueno.

"Siempre disfruté dibujar, nunca lo pensé como una opción para el futuro. Debería intentarlo de nuevo, ¿verdad?" - preguntó, comenzando a sentir un destello de esperanza.

"Por supuesto. La alegría de crear es un regalo que cada uno de nosotros tiene. Nunca es tarde para retomar aquello que nos hace felices" - respondió el árbol, aplaudiendo con sus ramas.

Encendido por el consejo del árbol, Lucas decidió que debía intentarlo. Comenzó a dibujar nuevamente en casa y se sintió vivo. Con cada trazo, las nubes de confusión comenzaron a disiparse.

Días pasaron y un nuevo reto llegó: un concurso de arte en la escuela. La ansiedad regresó, pero esta vez no se dejó vencer. Recordó las palabras del árbol y presentó su mejor dibujo, una colorida representación de su mundo interior.

El día de la premiación, su corazón latía con fuerza. Cuando anunciaron su nombre como ganador, Lucas saltó de alegría.

"¡Lo hice! ¡Lo logré!" - gritó, mientras sus amigos lo aplaudían.

Ese fue un momento clave. Entendió que no se trataba solo de ganar, sino de permitirse ser auténtico, de abrazar sus pasiones. Después, se acercó al árbol nuevamente, agradecido por la sabiduría compartida.

"Gracias, viejo amigo. Me ayudaste a encontrar mi camino" - dijo Lucas.

El árbol sonrió.

"Recuerda siempre, Lucas. La confusión puede ser el primer paso hacia el descubrimiento. Nunca dejes de explorar y seguir tu corazón" - concluyó el árbol, mientras las hojas brillaban bajo el sol.

Y así, Lucas continuó su camino en la vida, siempre recordando la lección de aquel viejo árbol que le enseñó que la confusión no debía ser un obstáculo, sino una oportunidad para crecer.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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