El encuentro en Altamar



Era un día soleado cuando el barco —"Aventura"  zarpó de su puerto, lleno de niños curiosos y valientes dispuestos a descubrir los secretos del mar. El capitán, un viejo marinero llamado Don Patricio, siempre tenía una historia lista para contar. En aquella ocasión, les habló sobre criaturas fantásticas que habitaban las profundidades.

"Chicos, ¿sabían que los mares están llenos de misterios? Hay historias de monstruos marinos que protegen sus tesoros", les dijo mientras señalaba el horizonte azul.

Los niños miraban emocionados, imaginando dragones de mar y sirenas.

Después de navegar durante horas, comenzaron a escuchar un extraño ruido, como un canto melódico que resonaba entre las olas.

"¿Qué es ese sonido?", preguntó Sofía, la más inquieta del grupo.

"No lo sé, pero vamos a descubrirlo", respondió Tomás, el líder del grupo.

El ruido los llevó a una zona donde las aguas estaban más agitadas y, de repente, un gran monstruo marino emergió de las profundidades, con escamas brillantes y ojos grandes como faros.

"¡Es un dragón!", gritó Juan, que ya estaba listo para correr de vuelta al barco.

El monstruo, sin embargo, no parecía agresivo. Movió sus grandes aletas y comenzó a cantar más fuerte.

"No, esperen!", exclamó Don Patricio, "no debemos tener miedo. Tal vez está tratando de comunicarse con nosotros".

Con valentía, Tomás, Sofía y Juan asomaron la cabeza por la borda.

"¿Quién eres?", preguntó Sofía, su voz temblando de emoción.

El monstruo marino dejó escapar un profundo suspiro y habló con una voz suave:

"Soy Mera, el guardián de los tesoros del océano. Cada vez que alguien se siente solitario, yo canto para acompañarlo".

Los niños se miraron sorprendidos.

"¿Por qué cantás para nosotros?", preguntó Tomás.

"Porque veo que tienen sueños y luchan por ser valientes. Quiero que sepan que el verdadero tesoro del océano son las amistades y los recuerdos que crean juntos".

Mera, al notar la alegría en sus rostros, les mostró un hermoso arrecife lleno de colores vibrantes y peces que danzaban en el agua.

"¡Wow! ¡Esto es increíble!", exclamó Juan, mientras se zambullían para explorar.

A medida que exploraban el arrecife, Mera se convirtió en su guía, enseñándoles sobre las diferentes especies de peces, el coral y la importancia de cuidar el océano.

"Mira, si cuidamos de este lugar, siempre habrá belleza y vida. Cada uno de ustedes puede ayudar a proteger el mar", les dijo Mera mientras nadaban.

Los niños aprendieron sobre la contaminación y la importancia de no tirar basura al agua. Decidieron que, aunque eran pequeños, podían hacer un gran cambio en sus comunidades.

"Podemos hacer una campaña para limpiar las playas y ayudar a los animales marinos", sugirió Sofía.

Mera les sonrió.

"Así se hace, pequeños héroes. Cada acción cuenta, y la unión hace la fuerza".

Al final del día, Mera les dio un regalo especial: una conchita que brillaba con las luces del sol y les dijo:

"Recuerden siempre que hay magia en la amistad y en cuidar lo que amamos".

Los niños regresaron al barco con el corazón lleno de aventuras y la promesa de ser los guardianes de su propio océano.

Y así, el barco —"Aventura"  siguió navegando por los mares, llevando consigo el mensaje de que juntos podían hacer del mundo un lugar mejor, mientras Mera, el monstruo marino, siempre quedaría en sus corazones como el guardián de sus sueños y aprendizajes.

FIN.

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