El encuentro en el bosque


Juliana era una niña muy curiosa y soñadora. Desde que tenía uso de razón, le encantaban los unicornios y su mundo mágico lleno de colores y fantasía.

Siempre imaginaba cómo sería vivir en un lugar así, rodeada de criaturas maravillosas y aventuras sin fin. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, vio a lo lejos una nube de polvo rosa que se movía extrañamente.

Intrigada, se acercó para ver qué era lo que estaba sucediendo. Para su sorpresa, descubrió que la nube era en realidad un grupo de unicornios corriendo a toda velocidad hacia un bosque cercano.

Juliana no podía creer lo que veían sus ojos: ¡estaba viendo a los unicornios en persona! Sin pensarlo dos veces, decidió seguirlos para saber adónde iban.

Corrió detrás de ellos hasta llegar al borde del bosque, donde se encontró con un hermoso arcoíris hecho por la luz del sol que atravesaba las hojas de los árboles. De pronto, uno de los unicornios se detuvo frente a ella y dijo:- Hola Juliana ¿Qué haces aquí? - Hola -respondió ella emocionada-. Siempre he querido conocer tu mundo mágico y ahora estoy aquí.

- Entonces ven conmigo -dijo el unicornio sonriendo-. Te mostraré todo lo que hay por aquí. Así comenzó la aventura más increíble de la vida de Juliana.

El unicornio la llevó por senderos secretos llenos de flores brillantes y cascadas cristalinas donde nadaron juntos. También la presentó a muchos otros unicornios que vivían en el bosque, cada uno con su propia personalidad y habilidades especiales. Juliana se sentía como en un sueño.

Nunca había imaginado que algo así pudiera ser real. Pero lo mejor de todo fue cuando el unicornio le mostró el lugar donde nacen los bebés unicornios. Era una cueva secreta protegida por magia, donde las madres cuidaban a sus crías recién nacidas.

- ¿Puedo tocarlos? -preguntó Juliana emocionada. - Claro que sí -respondió el unicornio-. Son muy amigables y les encanta conocer gente nueva.

Así fue como Juliana tuvo la oportunidad de abrazar a un pequeño unicornio blanco y sentir su pelaje suave bajo sus manos. Fue un momento mágico e inolvidable para ella. Cuando llegó la hora de regresar al mundo humano, Juliana se sintió triste pero también muy feliz por haber tenido esta experiencia única.

Se despidió del unicornio con lágrimas en los ojos y prometiendo volver algún día para visitarlo de nuevo. Desde ese día, Juliana se convirtió en una niña más sabia y consciente del poder de la imaginación y los sueños.

Sabía que aunque no todos los días podía visitar el mundo de los unicornios, siempre podría recordar esa aventura especial y encontrar inspiración en ella para seguir soñando alto y creyendo en lo imposible.

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