El Encuentro en el Bosque de Granny



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Limoncillo, donde un maravilloso bosque se extendía a lo largo de la frontera. Se decía que dentro de ese bosque, una figura conocida como Granny cuidaba y protegía la naturaleza. Sin embargo, también había misterios que rodeaban a Granny, y poco se sabía sobre ella.

Un grupo de amigos, Tomás, Clara, y Lucas, decidió aventurarse en el bosque para explorar sus secretos.

-Tomás, ¿estás seguro de que deberíamos ir tan lejos? -preguntó Clara, mirando hacia el denso follaje que se elevaba ante ellos.

-Solo es un paseo, Clara. ¡Vamos, que no pasará nada! -respondió Tomás, decidido.

Lucas, el más valiente del grupo, dio un paso adelante.

-Si hay algún peligro, nos defenderemos. ¡Estamos juntos! -exclamó, con confianza.

Mientras se adentraban en el bosque, comenzaron a escuchar sonidos extraños. Ellos se miraron, algo asustados, pero la curiosidad pudo más que el miedo.

De repente, un fuerte grito resonó entre los árboles.

-¡Socorro! -clamó una voz infantil.

-¿Escucharon eso? -dijo Clara, alarmada.

-¡Vamos! -gritó Lucas, corriendo en dirección al sonido.

Al llegar al lugar, se encontraron con un grupo de niños atrapados en una trampa de hojas y ramas, claramente asustados y tratando de liberarse.

-¡Ayúdennos! -gritaron.

Granny apareció de entre los árboles, con su sombrero de paja y su canasta de frutas.

-¿Qué están haciendo aquí, pequeños? -les preguntó con voz suave.

-¡Estamos atrapados! -respondió uno de los niños.

Granny miró a los nuevos visitantes y sonrió.

-No se preocupen. Estos árboles pueden ser un poco traviesos. Permítanme ayudarlos. -Y con un movimiento de su mano, las ramas se movieron y los niños quedaron libres.

-Gracias, Granny. Pero, ¿por qué estaban haciendo esto? -preguntó Tomás, intrigado.

Granny suspiró.

-Estas trampas han sido puestas por quienes no cuidan el bosque. El daño que hacen a la naturaleza afecta a todos. -dijo, mirando a los niños con ternura.

-¡No podemos dejar que eso siga pasando! -exclamó Clara.

-¿Qué podemos hacer? -preguntó Lucas, emocionado por ser parte de algo importante.

Granny sonrió.

-Pueden ayudarme a limpiar el bosque y a enseñarle a otros sobre cómo cuidarlo. Esto podría ser una gran aventura. -

Y así, los niños se unieron a Granny en su misión. Todos juntos comenzaron a recoger basura, plantar árboles y crear un jardín que mostrara la belleza de la naturaleza. Las risas y la alegría llenaron el bosque mientras trabajaban.

-Esto es divertido, ¿no? -dijo Lucas, mientras plantaba una pequeña planta.

-Sí, y estamos haciendo algo bueno -dijo Tomás, mirando cómo crecía la semilla que habían sembrado.

-Además, así protejemos a otros niños que podrían perderse en el bosque -agregó Clara.

El tiempo pasó, y pronto toda la comunidad de Limoncillo se unió al esfuerzo. Todo gracias a la valentía de aquellos niños, que se atrevieron a enfrentar la trampa del bosque y, junto a Granny, demostraron que el trabajo en equipo puede lograr grandes cosas.

Al final del día, Granny miró a sus nuevos amigos con gratitud.

-Gracias a ustedes, el bosque ha recuperado su esplendor. Recuerden siempre cuidar la naturaleza; es nuestro hogar. -dijo con una sonrisa profunda.

-¡Lo haremos, Granny! -gritaron a coro todos los niños.

Y así, Granny, Tomás, Clara, Lucas y todos sus nuevos amigos se convirtieron en guardianes del bosque; aprendieron que aunque la lucha por cuidar el entorno puede ser difícil, siempre hay espacio para aprender, compartir y crear un cambio positivo.

Desde ese día, el bosque de Limoncillo no solo era un lugar de diversión, sino un símbolo de amistad y responsabilidad, donde los pequeños se convirtieron en grandes protectores de la naturaleza.

FIN.

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