El Encuentro en Marte
Había una vez un niño llamado Tino, que siempre había soñado con viajar al espacio. Él estaba obsesionado con las estrellas y los planetas, y pasaba horas mirando al cielo nocturno desde su ventana.
Un día, Tino recibió una invitación muy especial para unirse a la tripulación de una nave espacial. Él no podía creerlo: ¡iba a viajar al espacio! Después de meses de entrenamiento, finalmente llegó el gran día del lanzamiento.
La nave despegó hacia el infinito universo y Tino estaba emocionado por lo que iba a encontrar allí afuera. Pero después de unas semanas en el espacio, la misión comenzó a ponerse aburrida.
Todo parecía ser igual todos los días: revisar equipos, hacer experimentos y comer comida liofilizada. Un día, mientras se encontraba en su turno de guardia nocturna en la cabina principal de la nave, Tino vio algo extraño en el radar. Parecía ser una señal desconocida proveniente del planeta rojo.
"¡Chicos! ¡Venid rápido! ¡Hay algo raro en el radar!" - gritó Tino. Los demás miembros de la tripulación corrieron hacia él y juntos analizaron la señal misteriosa. Decidieron que debían investigar más a fondo.
Al llegar al planeta rojo, descendieron con sus trajes espaciales hasta su superficie. Allí descubrieron huellas extrañas sobre la arena marciana. "¿Qué podría haber hecho esto?" - preguntó uno de los astronautasFue entonces cuando escucharon un sonido extraño.
Al principio pensaron que era el viento, pero después se dieron cuenta de que era algo más. "¡Miren allí!" - dijo Tino señalando hacia una pequeña colina.
Al acercarse, descubrieron a un ser extraño y verde con grandes ojos negros: ¡un marciano! Todos los astronautas estaban sorprendidos e incluso asustados, menos Tino, quien estaba fascinado por la creatura. "Hola amigo ¿cómo te llamas?" - preguntó Tino amablemente.
El marciano no respondió en un principio, pero después de unos segundos comenzó a hablar en un idioma desconocido. Sin embargo, cuando Tino le mostró dibujos simples y gestos con las manos, logró entenderle.
Con su nuevo amigo extraterrestre, Tino aprendió muchas cosas interesantes sobre el planeta rojo y la vida en otros planetas. Descubrió que aunque somos diferentes podemos encontrar maneras de comunicarnos y entendernos mutuamente. Finalmente llegó el momento de partir y decir adiós al marciano.
Pero antes de irse, el marciano les regaló una semilla especial que sólo crece en Marte para plantarla en la Tierra como recuerdo del encuentro entre dos mundos diferentes. De vuelta a casa, Tino contaba emocionado su aventura a todos sus amigos y familiares.
Desde entonces nunca dejó de soñar con nuevos viajes al espacio para descubrir más maravillas del universo junto a sus amigos astronautas... y tal vez algún día volver a ver al simpático marcianito verde.
FIN.