El encuentro inesperado



Era un día soleado en el colegio secundario San Martín, y Emma, una chica de catorce años, caminaba por los pasillos con su mochila colgando de un hombro. La rutina diaria de las clases la había vuelto un poco indiferente, pero esa mañana había un aire diferente.

Al llegar al pasillo central, Emma notó que había un nuevo chico en la escuela. Tenía el cabello rizado y sonrisa brillante. Estaba rodeado de un grupo de chicas que reían a carcajadas. Emma sintió un cosquilleo en el estómago, pero no se detuvo. A medida que pasaba, sus miradas se encontraron por un instante. La mirada del chico era cálida y amistosa.

Justo cuando Emma creía que iba a seguir su camino, el chico, con una sonrisa encantadora, se despidió de su grupo de amigas y se acercó a ella.

"Hola, soy Nicolás, el nuevo. Vos sos muy linda."

Emma sintió que su corazón daba un salto. Nunca había recibido un cumplido así de un chico. Le sonrió tímidamente.

"Gracias, yo soy Emma. Espero que estés disfrutando la escuela."

"Sí, aunque es un poco abrumador. Siempre hay tanto por descubrir", respondió Nicolás, con su acento un poco diferente, como si proviniera de otro lugar.

Se sentaron en un banco al aire libre durante el recreo y comenzaron a charlar. Emma le contó sobre sus asignaturas favoritas y algunas experiencias graciosas que había vivido en la escuela. Nicolás la escuchaba con atención, compartiendo también anécdotas sobre su vida anterior y cómo se había mudado a la ciudad recientemente.

Los días pasaron y la amistad entre Emma y Nicolás creció. Pero a medida que se acercaban, Emma empezó a notar que algunas de las chicas que antes rodeaban a Nicolás se ponían celosas. Una tarde, mientras charlaban, las chicas se acercaron nuevamente.

"¿Por qué pasás tanto tiempo con ella, Nicolás? Hay muchas chicas interesantes en esta escuela."

Emma sintió que se hundía en su asiento. Se preguntó si estaba haciendo mal en llevarse tan bien con él. Sin pensarlo, trató de alejarse para no causarle problemas a su nuevo amigo.

"No hay por qué enojarse. Emma es genial. Solo nos estamos conociendo", contestó Nicolás salvándola. Pero Emma seguía sintiendo un nudo en el estómago.

Al día siguiente, Nicolás la buscó antes del inicio de la clase.

"Emma, ¿podemos hablar?"

"Claro, ¿qué pasa?"

"Noté que pareces un poco distante. No quiero que te sientas mal por mi amistad con vos. Eres increíble, y no voy a dejar de ser tu amigo solo porque a otros no les guste."

Emma suspiró, sintiéndose más aliviada.

"La verdad es que me preocupaba que te causara problemas. Pero tu amistad es muy importante para mí. "

"No dejes que lo que piensen los demás te afecte. Quererte a vos misma es lo más importante", dijo Nicolás.

Agradecida por sus palabras, Emma comprendió que cada uno era responsable de sus propias decisiones. Decidió no dejar que el miedo a la opinión ajena determinaran su comportamiento. Así que, al día siguiente, fue a clase con su cabeza en alto, lista para seguir disfrutando de su amistad con Nicolás.

Durante el resto del año, Emma aprendió sobre la valentía de ser uno mismo. Se volvió más segura y comenzó a ayudar a quienes, como ella, también sentían la presión del grupo. A su vez, se preocupó por crear espacios amistosos y a reconocer la diversidad de cada persona.

En el último día de clases, mientras se despedían, Nicolás le dio un abrazo.

"Gracias por ser como sos, Emma. Te admiro por ser siempre vos misma."

Y así terminó ese año escolar, pero la amistad de Emma y Nicolás continuaría creciendo, demostrando que ser auténtico siempre vale la pena, sin importar las opiniones de los demás.

A veces, una pequeña interacción puede cambiar las vidas de las personas y, sobre todo, abrir la puerta a una amistad verdadera.

FIN.

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