El Encuentro Mágico



En un hermoso pueblo, una tarde de sol brillante, Jesús estaba rodeado de muchas personas que escuchaban atentamente sus historias. En el aire se sentía una alegría especial, pero en un rincón del pueblo, unos niños ansiosos querían acercarse a él. Habían planeado un gran regalo que habían preparado con mucho cariño, pero los discípulos, preocupados por el bullicio, tenían otras ideas.

- ¡Esperen! - gritó Pedro - No pueden acercarse, Jesús está ocupado.

- Pero, ¡queremos darle algo muy especial! - contestó Sofía, la más pequeña del grupo, sosteniendo un dibujo colorido en sus manitos.

Los niños se miraron entre sí, decepcionados, y decidieron aunar fuerzas para intentar demostrar que su propósito era bueno.

- ¿Y si hacemos más dibujos? - sugirió Lucas, emocionado.

Entonces, con mucho entusiasmo, comenzaron a dibujar en el suelo con tizas de colores, creando un mural gigante que representaba el amor, la amistad y la paz. La escena era mágica; los colores brillaban y llamaban la atención de todos.

- ¡Miren! - exclamó Ana - ¡Esto es para Jesús!

Mientras los adultos se maravillaban del mural, los discípulos no sabían qué hacer.

- Pedro, tal vez deberíamos dejar que se acerquen - dijo Juan, intrigado.

- Pero... ¡están haciendo ruido! - respondió Pedro, aún terco.

- Pero el ruido que hacen es de alegría y amor - replicó Juan.

Finalmente, la curiosidad de Jesús superó al deber de los discípulos. Se acercó al grupo de niños, que se habían puesto muy creativos y divertidos pintando el suelo, llenando el lugar de risas.

- ¿Qué están haciendo aquí, pequeños artistas? - preguntó Jesús sonriendo.

Los niños, emocionados, le mostraron su mural.

- ¡Es para vos! - gritaron todos al mismo tiempo, con lágrimas de felicidad en los ojos.

- ¡Es hermoso! Gracias por compartir su arte conmigo - dijo Jesús, tocando con ternura los dibujos.

Los discípulos miraban con asombro y entendieron que la alegría que los niños traían era mucho más importante que las reglas que se habían impuesto.

- ¡Dejen que se acerquen! - exclamó Pedro de repente.

Todos los niños, al escuchar a Pedro, corrieron hacia Jesús, quien los recibió con los brazos abiertos, riendo alegremente.

- ¿Quieren ser mis compañeros en esta aventura? - les preguntó Jesús.

Los ojos de los niños brillaron.

- ¡Sí! -respondieron al unísono.

Así, juntos, comenzaron a contar historias y a jugar, y todos aprendieron que a veces ser un adulto significa dejar atrás un poco el miedo y escuchar el corazón de los más pequeños.

Al finalizar la tarde, Jesús les dijo:

- Siempre recuerden que los niños son el mejor ejemplo de amor y alegría. Nunca dejen de soñar ni de crear, porque la magia está en el cariño que compartimos. - Y los niños sonrieron, sintiéndose valiosos y amados.

Y así, a partir de aquel día, el pueblo se llenó de arte, risas y un nuevo modo de ver la vida. Todos aprendieron que nunca se es demasiado grande para disfrutar del amor y la creatividad.

El encuentro mágico de Jesús y los niños había transformado no solo su tarde, sino el corazón de todos los que lo vivieron.

FIN.

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