El Encuentro Mágico



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Zapato Verde. Todos los niños jugaban en el parque y las gaviotas volaban sobre la playa. Pero en lo alto, en el cielo azul, una nave espacial de colores brillantes surcaba las nubes. Esta nave pertenecía a los Galactos, seres curiosos y amistosos que vivían en un planeta lejano llamado Zumbalá.

Mientras los Galactos observaban la Tierra desde su nave, el capitán Tiko, un jovencito con un gran bigote de papel, dijo emocionado:

- ¡Miren eso! ¿Qué son esas estructuras raras? ¡Parecen tierra de gigantes!

Los otros Galactos se acercaron a la ventana, llenos de asombro.

- ¡Son casas y edificios! -exclamó Luno, la ingeniera de a bordo.- Según mis cálculos, esto debe ser un lugar donde vivieron seres inteligentes.

Intrigados, decidieron aterrizar en el centro del parque de Zapato Verde. Cuando la nave se posó suavemente, un grupo de niños se acercó rápidamente, con ojos desorbitados y sonrisas en sus rostros.

- ¡Hola! -gritó una niña llamada Pía, mientras movía su mano emocionada. - ¿Ustedes son extraterrestres?

- ¡Exactamente! -respondió Tiko, bajando de la nave con una ola amistosa. - Somos los Galactos de Zumbalá. Venimos en son de paz y queremos aprender sobre la civilización que hubo aquí.

Los niños miraron a los Galactos con curiosidad. Pía, que siempre había tenido una gran imaginación, dijo:

- ¡Yo sé un montón de cosas! La Tierra estuvo llena de gente, pero ahora solo quedamos nosotros, los habitantes de Zapato Verde.

Luno asintió con interés y propuso:

- ¿Podrían mostrarnos qué es lo que queda de esa civilización? Nos gustaría aprender sobre su historia.

Los niños se miraron entre sí, emocionados por la aventura que se avecinaba. Rápidamente, decidieron llevar a los Galactos al museo del pueblo, donde había fotos antiguas, artefactos y muchas historias por contar.

Al llegar, los Galactos quedaron fascinados con lo que veían. En las paredes había imágenes de personas riendo, trabajando y celebrando. Sin embargo, también notaron que había muchas cosas rotas y que algunas historias estaban incompletas.

- ¿Por qué no hay más gente? -preguntó Tiko, mientras observaba una antigua mesa de picnic.

Pía, algo triste, respondió:

- Hubo veces difíciles, pero ahora queremos aprender de ellas para no repetir los mismos errores.

Con cada paso que daban en el museo, los Galactos aprendieron sobre la historia de los humanos, sus logros y también sus errores. Pero lo más importante fue escuchar la determinación de los niños de construir un futuro mejor.

Entonces, Tiko tuvo una idea brillante.

- ¿Qué tal si creamos un libro con todo lo que aprendimos? -propuso. - Así podremos compartirlo en nuestro planeta y ayudar a otros a aprender de su historia.

Los niños saltaron de alegría. Juntos, comenzaron a tomar notas y pintar ilustraciones de lo que habían visto. Compartieron sus ideas sobre cómo hacer del mundo un lugar más amable y solidario.

Cuando terminaron, los Galactos se despidieron con una promesa.

- Regresaremos a Zumbalá no solo con sus historias, sino también con un mensaje de esperanza y unidad.

Luno agregó:

- Y cada vez que miremos las estrellas, recordaremos que en esta pequeña Tierra, hay un grupo de niños que nos enseñaron lo que significa ser valientes.

Mientras la nave despegaba, Pía y sus amigos miraron hacia arriba, sintiéndose agradecidos. No solo habían aprendido del pasado, sino que también habían encontrado nuevos amigos en el proceso. Desde ese día, Zapato Verde se convirtió no solo en un pueblo, sino en una comunidad que siempre recordaría lo valioso de su historia y la importancia de construir un futuro mejor.

Y así, los Galactos regresaron a Zumbalá, llevando consigo el mensaje de los niños de Zapato Verde: "Cada historia cuenta, cada amistad es un regalo, y el futuro está en nuestras manos."

FIN.

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