El Encuentro Mágico de los Amigos



Era un día soleado y brillante, el último día del año escolar. Damaris, Matteo, Yura, Elmiliano y Pietro habían pasado todo el año escolar estudiando a distancia, cada uno desde su hogar. Habían formado una gran amistad a través de videollamadas, pero nunca se habían conocido en persona. Aquella mañana, se habían puesto de acuerdo para encontrarse en el parque de la ciudad. El lugar prometía aventuras y risas después de tanto tiempo.

- ¡Hola a todos! - exclamó Damaris con su entusiasmo característico al llegar al parque.

- ¡Hola, Damaris! -respondieron los demás al unísono.

- No puedo creer que finalmente nos estemos conociendo -dijo Matteo, su mirada iluminada por la emoción.

- Y pensar que pensé que nunca podría llegar este día -añadió Yura, saltando de alegría.

Mientras se abrazaban y reían, Elmiliano, que siempre miraba las cosas desde un ángulo diferente, les preguntó:

- ¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro? ¡Así podremos conocernos mejor!

- ¡Eso suena genial! -dijo Pietro, emocionado.

Los amigos se pusieron a planear su búsqueda. Elmiliano se encargó de dibujar un mapa del parque con una serie de pistas que tenían que seguir para encontrar el gran tesoro escondido. La emoción iba en aumento cuando luego de un tiempo, todo estaba listo.

- ¡Listos, amigos! -gritó Elmiliano levantando el mapa.

- ¡Sí! -todos respondieron al unísono.

- Entonces comenzamos aquí, en el árbol más grande del parque -indicó Matteo.

Recorrieron el parque corriendo, riendo y gritando. Cada pista los llevaba a un nuevo lugar y a una nueva aventura. En un momento, encontraron a un anciano sentado en un banco.

- ¿Qué hacen, chicos? -preguntó el anciano, curioso.

Los amigos explicaron su búsqueda del tesoro y el anciano, con una sonrisa amplia, les dijo:

- A veces, el mayor tesoro es la amistad, joven. Pero sí, puedo ayudarte con una pista.

Ellos miraron entre sí un poco confundidos. No entendían cómo el anciano podía ayudarlos.

- La primera pista está en el corazón de esta ciudad. Vean qué hay en la fuente en el centro del parque -dijo el anciano, señalando con su dedo arrugado.

- ¡Gracias! -gritaron los chicos antes de correr hacia la fuente.

Al llegar allí, encontraron una pequeña caja con un poema y una foto de ellos mismos, recortada de las videollamadas. ¡Habían estado tan ocupados viviendo la aventura que no se habían dado cuenta del tiempo que habían pasado juntos!

- ¡Miren, somos nosotros! -dijo Yura, mientras todos aplaudían y celebraban.

- Esto es increíble, pero ¿dónde está el verdadero tesoro? -preguntó Damaris.

- Recuerden lo que dijo el anciano... -sonrió Mateo. - La verdadera amistad es el tesoro.

Y así, entre risas y entregas de abrazos amistosos, se dieron cuenta de que la experiencia de compartir un día juntos ya era el mejor regalo. Pero antes de terminar el día, decidieron regresar con el anciano para agradecérselo. Al llegar, lo encontraron dormido en su banco. Así que dejaron la caja con la foto y el poema en su regazo como un gesto de gratitud.

- ¡Qué día! -dijo Elmiliano.

- ¡Y recién comienza! -respondió Pietro, insinuando que este sería solo el primero de muchos encuentros.

Mientras caía el sol, los amigos siguieron esperando otro día como ese, donde cuál tesoro, su amistad florecía más y más en cada encuentro. Aprendieron que a veces, lo más valioso no está en un cofre ni escondido bajo la tierra, sino en los momentos compartidos juntos.

A partir de ese día, decidieron hacerse una promesa: encontrarse al menos una vez cada mes. Nunca olvidaron aquel encuentro mágico que celebró la amistad que había crecido en sus corazones a lo largo del año.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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