El Encuentro Mágico en la Ciudad



Era un día soleado en la ciudad y una niña llamada Sofía caminaba con una gran sonrisa. Le encantaba observar las flores de los parques, escuchar el canto de los pájaros y sentir la brisa fresca en su rostro. Sofía era amable y siempre intentaba hacer sonreír a los demás.

Mientras caminaba, se detuvo frente a una tienda de juguetes. Los colores brillantes de los peluches y los juegos la fascinaron. - ¡Mirá eso! - dijo Sofía, apuntando con el dedo. Pero justo cuando iba a entrar, escuchó unas risas detrás de ella.

Se dio vuelta y vio a sus amigos, Lucas y Valentina. - ¡Sofía! - gritaron ellos al unísono. - ¡Qué bueno verte! ¿Vas a entrar a la tienda? - preguntó Valentina.

- ¡Sí! ¡Vi un oso de peluche gigante que quiero ver! - respondió Sofía emocionada.

Los tres amigos se adentraron en la tienda, donde podían tocar y jugar con los juguetes. Después de un rato, Sofía vio que un niño pequeño estaba intentando alcanzar un juguete en la cima de una estantería. - ¡Pobrecito! - dijo Sofía preocupada.

- ¡Vamos a ayudarlo! - sugirió Lucas.

Los amigos se acercaron al niño. - ¿Necesitás ayuda? - le preguntó Sofía con su mejor sonrisa. El niño asintió, con los ojos llenos de esperanza.

- ¡Es un dinosaurio de peluche! - exclamó el niño.

- ¡Eso suena divertido! - dijo Valentina. Pero, ¿cómo llegamos hasta ahí?

Sofía pensó un momento y luego tuvo una idea. - ¡Yo puedo trepar la estantería!

- ¿Estás segura? - preguntó Lucas, un poco preocupado.

- ¡Sí! - dijo Sofía con determinación.

Con mucho cuidado, Sofía trepó y alcanzó el dinosaurio. - ¡Aquí lo tenés! - dijo, y le entregó el juguete al niño.

- ¡Gracias! ¡Son los mejores! - gritó el niño feliz mientras abrazaba su nuevo amigo de tela.

Al salir de la tienda, Sofía miró a sus amigos. - Me alegra haberlo ayudado. ¿No es lindo hacer sonreír a alguien? - dijo.

- ¡Sí! - coinciden Lucas y Valentina.

Continuaron caminando por la ciudad hasta que llegaron a un parque. Se sentaron en una banca y sacaron unos sándwiches que llevaron. - ¿Y si hacemos un picnic? - propuso Lucas.

- ¡Me encanta la idea! - dijo Valentina.

Mientras comían, Sofía notó que un grupo de niños estaba jugando al fútbol, pero uno de ellos parecía triste. - ¿Por qué no se une a ellos? - preguntó Sofía.

- ¡Vamos a invitarlo! - sugirió Valentina. - ¡Hola! ¿Querés jugar con nosotros? - gritó.

El niño miró para ver quién hablaba. Su rostro se iluminó de inmediato. - ¡Sí! - dijo corriendo hacia ellos.

Después de un rato de diversión, un nuevo giro apareció. El niño que se unió a jugar hizo una gran jugada y, por primera vez, metió un gol. Todos gritaron de alegría. - ¡Lo lograste! - celebraron todos.

- ¡Gracias por invitarme! - dijo el niño con una amplia sonrisa.

Al finalizar el partido, Sofía, Lucas y Valentina se reunieron nuevamente. - Hoy fue un día muy especial - dijo Sofía con ternura.

- Sí, ayudamos a alguien y además conocimos a un nuevo amigo - señaló Lucas.

- ¡Eso es lo que importa! Hacer sonreír a las personas y estar junto a los amigos - agregó Valentina.

Y así, Sofía comprendió que cada acto de bondad, por pequeño que fuera, puede iluminar el día de una persona. Desde ese día, decidieron que siempre que se encontraran, buscarían maneras de hacer sonreír a alguien más.

Y así, con el corazón lleno de alegría y rodeados de buenos amigos, continuaron soñando con más aventuras en su querida ciudad.

FIN.

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