El Enfado de Manchitas y el Gato Siames



Un día soleado en el barrio de los amigos animals, Manchitas, un perro de manchas marrones y blancas, jugaba alegremente en el jardín. Su mejor amigo, el gato siames llamado Simon, observaba desde la sombra de un árbol.

- ¡Vamos, Simon! ¡Ven a jugar! - llamó Manchitas emocionado.

- ¡No puedo, Manchitas! - respondió Simon, con un tono relajado - Tengo que cuidar mi pelaje. No quiero que se ensucie.

Manchitas, que siempre amaba la aventura, se frustró.

- Pero siempre estás cuidando tu pelaje. ¡Tienes que moverte un poco! - dijo mientras saltaba de un lado al otro.

- Si quiero ser un gato elegante, debo mantenerme así - dijo Simon con una expresión algo agria.

Manchitas, sintiendo que su amigo no compartía su entusiasmo, se enojó y se fue a explorar solo. Mientras daba vueltas por el patio, se encontró con un grupo de niños que estaban volcando un balde de agua. Al ver el agua, sus ojos brillaron de felicidad.

- ¡Miren, agua! ¡Voy a jugar! - exclamó.

Saltó en el balde, sumergiendo todas sus patas y salpicando agua por todos lados. Los niños rieron y se unieron a él, haciendo juegos con el agua. Sin embargo, mientras se divertía, se olvidó de su amigo.

Simon, curioso pero todavía algo enojado, decidió salir de la sombra y asomarse a ver qué estaba pasando. Al ver a Manchitas jugando feliz con los niños, se sintió un poco triste.

- Siempre juega sin mí... - murmuró.

De repente, uno de los niños perdió el equilibrio y el balde de agua se volcó. Manchitas pudo evitar que el agua lo empapara, pero ¡el balde rodó directo hacia Simon!

- ¡Cuidado, Simon! - gritó Manchitas, zambulléndose para proteger a su amigo, pero terminó mojándose completamente.

Cuando el agua se detuvo, Manchitas se levantó empapado, pero su corazón estaba lleno de alegría porque había salvado a Simon.

- Gracias, Manchitas, pero ahora te has ensuciado todo - dijo Simon, tratando de no reír.

- No importa - respondió Manchitas con una sonrisa - ¿Vas a venir a jugar ahora?

Simon miró a su amigo mojado y luego observó a los niños riendo y corriendo.

- Me encantaría, pero... no quiero que se me ensucie el pelaje - contestó, un poco titubeante.

- ¡Vamos, Simon! ¡El agua es divertida! No tienes que preocuparte por tu pelaje todo el tiempo. - insistió Manchitas, saltando hacia un charco.

Y en ese momento, Simon se dio cuenta de que tal vez era hora de relajar un poco sus propias reglas.

- Ok, tal vez un poco de diversión no haga daño. - dijo Simon, acercándose.

Así los dos amigos empezaron a jugar con el agua, rieron y chapotearon hasta que todos sus problemas desaparecieron. Al final, Simon estaba más sucio que nunca, pero su corazón estaba divertido.

- ¿Ves? A veces lo más divertido es salir de la zona de confort - dijo Manchitas, mientras miraba a su amigo.

- Tenés razón, Manchitas. Prometo intentar jugar más a menudo, sin preocuparme tanto por mi pelaje - respondió Simon con una sonrisa.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, los dos amigos, empapados y felices, se sentaron juntos a descansar, recordando que siempre podían contar el uno con el otro, sin importar cuán diferentes fueran.

Y así, con sus corazones llenos de alegría y amistad, se dieron cuenta de que la verdadera diversión se comparte y que a veces hay que dejar de lado las preocupaciones para disfrutar el momento.

Fin.

FIN.

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