El engaño del lobo



Había una vez, en un tranquilo pueblo de Argentina, una niña llamada Sofía. Sofía era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se encontró con Caperucita Roja. Caperucita Roja le contó a Sofía que iba de camino a visitar a su abuela, quien vivía al otro lado del bosque. Pero tenía miedo de encontrarse con el lobo feroz que acechaba por la zona.

Sofía, valiente como era, decidió acompañar a Caperucita hasta la casa de su abuela para asegurarse de que llegara sana y salva. Mientras caminaban por el bosque, comenzaron a oír ruidos extraños entre los árboles.

"¿Qué será eso?", preguntó Sofía preocupada. "No lo sé", respondió Caperucita nerviosa. "Espero que no sea el lobo". De repente, apareció frente a ellas un lobo enorme y hambriento. "¡Grrr! ¡Hola chicas!", dijo el lobo con una sonrisa malvada.

"¡Corramos!", gritó Sofía agarrando la mano de Caperucita. Las dos corrieron tan rápido como pudieron hasta llegar a la casa de la abuela. Sin embargo, cuando entraron se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo.

La abuela no estaba allí y en su lugar había un lobo disfrazado. El lobo intentó engañarlas haciéndose pasar por la abuelita enferma. Pero Sofía y Caperucita no se dejaron engañar. "¡No eres la abuela! ¡Eres el lobo!", exclamó Sofía.

"¡Así es! Pero no me importa la abuelita, solo quiero comérmelas a ustedes", dijo el lobo con una risa malvada. Sofía y Caperucita comenzaron a pensar rápidamente en cómo escapar.

Entonces, Sofía recordó algo que su mamá le había enseñado sobre los lobos. "Caperucita, ¿recuerdas lo que mi mamá me dijo sobre los lobos?", preguntó Sofía. "¿Qué fue?", respondió Caperucita intrigada. Sofía explicó que los lobos son muy astutos pero también muy vanidosos.

Les encanta mirarse en el espejo y admirarse a sí mismos. Así que tuvo una idea brillante. "Caperucita, ve al cuarto de tu abuela y trae todos los espejos que encuentres", susurró Sofía mientras el lobo intentaba acercarse sigilosamente.

"¿Espejos? ¿Para qué?", preguntó Caperucita confundida pero obediente. Mientras tanto, Sofía distrajo al lobo hablándole de lo hermoso que era su pelaje y lo bien que se vería en un espejo.

El lobo cayó en la trampa y corrió hacia donde estaban los espejos. Cuando llegaron con los espejos, Sofía y Caperucita colocaron uno frente al otro formando un pasillo de reflejos infinitos. Cuando el lobo vio su propio reflejo multiplicado tantas veces, quedó completamente hipnotizado.

"¡Mira, lobo! ¡Eres tan hermoso!", exclamó Sofía. "Sí, tienes razón, soy realmente guapo", dijo el lobo admirándose a sí mismo. Mientras el lobo estaba distraído con su propio reflejo, Sofía y Caperucita aprovecharon para escapar de la casa de la abuela.

Corrieron hasta llegar al pueblo donde encontraron a un grupo de leñadores que estaban dispuestos a ayudarlas. Los valientes leñadores capturaron al lobo y lo llevaron lejos del bosque para que nunca más pudiera hacerles daño a ellas ni a nadie más.

Desde ese día, Sofía y Caperucita se volvieron grandes amigas y aprendieron una valiosa lección juntas: no hay que dejarse engañar por las apariencias y siempre es importante estar alerta ante los peligros que acechan en el camino.

Y así termina esta historia, donde dos chicas valientes derrotaron al malvado lobo y demostraron que juntas pueden enfrentar cualquier desafío.

FIN.

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