El Enigma del Vecino y el Corazón de Jaime



Era un caluroso día de verano en el barrio de Villa Esperanza. Jaime, un chico de 15 años, despertó con una sensación extraña en el estómago. Hoy era el día en que pensaba confesarle su amor a Paula, su mejor amiga. Sin embargo, a Paula le gustaba Paco, un compañero de clase que todos admiraban por su carisma y habilidades deportivas.

Mientras caminaba hacia la casa de Paula, se encontró con el vecino del lado, el señor Gómez, que siempre tenía un aire misterioso.

"¡Hola, Jaime! ¿Te gustaría ayudarme con algo?" - le preguntó el viejo, con una sonrisa en el rostro.

"Eh... Claro, señor Gómez. ¿Qué necesita?" - respondió Jaime, algo intrigado.

"He perdido algo muy importante y estoy seguro de que está en mi jardín. Quiero que lo busquemos juntos, pero quiero que lo hagas como un juego de detectives" - dijo el anciano, sus ojos brillando de emoción.

Jaime se sintió tentado. ¿Podría ocupar su mente en algo más que en sus problemas amorosos?"Está bien, ¡me parece divertido!" - exclamó.

Mientras ambos buscaban entre las flores y plantas del jardín, Jaime no podía dejar de pensar en Paula. Podía ser un gran día para confesarle sus sentimientos, pero el nerviosismo lo invadía.

"Señor Gómez, ¿cuál es lo que ha perdido?" - preguntó Jaime, tratando de desviar su mente.

"Una brújula antigua, que tenía el poder de señalar no solo direcciones, sino también el camino correcto en la vida. Mis amigos siempre se reían de mí por tenerla, pero para mí era muy importante" - dijo el viejo con nostalgia.

Después de un rato de búsqueda, Jaime escuchó un ruido que provenía de detrás de un arbusto. Al acercarse, encontró la brújula, cubierta de tierra.

"¡Señor Gómez, la encontré!" - gritó entusiasmado.

"¡Increíble, joven! ¿Te das cuenta de que este simple objeto ha existido durante muchos años y ha guiado a muchas personas?" - respondió, mientras sus ojos se iluminaban.

Jaime se sintió orgulloso de haber ayudado al viejo. Sin embargo, en lo profundo de su corazón, seguía sintiendo un nudo por su situación con Paula.

Esa misma tarde, se reunió con Paula y Paco en el parque para jugar a la pelota. Jaime se esforzó al máximo, pero cada vez que veía a Paula sonriendo hacia Paco, su corazón se apachurraba.

"¡Jaime, pasála!" - gritó Paula, mientras corría hacia él.

"Claro"  - respondió, lanzando la pelota con fuerza, pero erróneamente, la pelota terminó chorreando por el lado donde estaban las flores del viejo Gómez.

"¡Ay, no!" - gritó Jaime, corriendo hacia el jardín.

Cuando llegaron, ya era tarde. Las flores estaban en desorden. Jaime estaba seguro de que el viejo se enojaría. Pero, para su sorpresa, el viejo Gómez apareció con una sonrisa.

"No te preocupes, Jaime. La naturaleza siempre se repone. Al igual que los corazones. A veces hay que arriesgarse y dejar que los sentimientos fluyan. ¿No es así?" - dijo el anciano.

Sus palabras resonaron en la mente de Jaime. Tal vez era hora de arriesgarse también en el amor.

Esa tarde, después de jugar, Jaime se armó de valor. Buscó a Paula en el parque y la encontró sentada con Paco. Con el corazón latiendo a mil, se le acercó.

"Paula, ¿podés venir un momento? Quiero hablar contigo" - le dijo nerviosamente.

Paula se levantó, dejando a Paco, que la miró curioso.

"Claro, Jaime. ¿Qué pasa?" - preguntó Paula, mirándolo a los ojos.

Jaime sintió que toda su valentía estaba frente a él.

"Te quería decir que... me gustás. En serio. Eres mi mejor amiga, pero siento algo más por vos y quería que lo supieras." - confesó.

Paula lo miró sorprendida.

"Yo... No sabía que te sentías así. Pero... en realidad, me gusta Paco" - le respondió con sinceridad.

El corazón de Jaime se apagó un poco, pero, a pesar de todo, sonrió.

"Está bien, Paula. Gracias por ser honesta conmigo. Estoy feliz de que me lo digas" - dijo el chico, aunque le dolía el pecho.

Cuando regresó a casa, pensó en lo que había aprendido con el viejo Gómez. A veces, los enredos del corazón podían doler, pero también podían abrir nuevos caminos y oportunidades.

A partir de ese día, Jaime decidió apoyarla en su amistad con Paula y no guardarle rencor a su corazón. Aprendió a valorar las relaciones, ya sean de amor o amistad, y cuya complicidad era más importante que cualquier amor no correspondido.

Pasaron los días y, aunque a veces se sentía melancólico, Jaime se dio cuenta de que siempre habría un nuevo enigma por resolver en su vida. Y que, mientras se atreviera a ser él mismo, su camino siempre estaría lleno de sorpresas y aprendizaje, tal como lo había sido con la brújula del señor Gómez.

FIN.

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