El equilibrio de Ariana


Había una vez una niña llamada Ariana que estudiaba en la Unidad Educativa Municipal Eugenio Espejo. Ariana era una niña muy divertida y siempre estaba rodeada de sus amigas, a quienes les encantaba jugar y pasar tiempo juntas.

Ariana disfrutaba mucho jugar en el patio de la escuela durante los recreos. Saltaban la cuerda, jugaban al escondite y se divertían muchísimo.

Pero a medida que pasaba el tiempo, Ariana comenzó a darse cuenta de que sus notas no eran tan buenas como solían serlo.

Un día, mientras todas las niñas estaban jugando en el patio, la maestra Ana se acercó a Ariana y le dijo: "Ariana, sé que te diviertes mucho con tus amigas, pero también es importante dedicar tiempo al estudio". Ariana asintió con tristeza y prometió hacerlo mejor. Desde ese día, Ariana decidió poner más atención en clase y dedicar tiempo extra para estudiar después de llegar a casa.

Sus amigas notaron que ya no jugaba tanto durante los recreos y comenzaron a preguntarle qué le sucedía. "Ariana, ¿por qué ya no juegas tanto con nosotras?" -preguntó Laura preocupada. "Bueno chicas", respondió Ariana tranquilamente, "quiero mejorar mis notas y aprender más".

"Pero eso no significa que debas dejar de jugar", intervino Marta. "Tienes razón", admitió Ariana. "Creo que puedo encontrar un equilibrio entre estudiar y divertirme".

Las amigas de Ariana pensaron por un momento y luego dijeron: "¡Lo tenemos! Podemos ayudarte a estudiar y también jugar juntas". Ariana sonrió emocionada ante la idea. A partir de ese día, Ariana y sus amigas comenzaron a estudiar juntas después de las clases.

Se reunían en la biblioteca y se ayudaban mutuamente con los deberes. Así, Ariana pudo aprender más y mejorar sus notas mientras seguía disfrutando de la compañía de sus amigas.

Con el tiempo, Ariana notó que no solo estaba obteniendo mejores calificaciones, sino que también se sentía más segura en clase. Su esfuerzo había valido la pena y estaba orgullosa de sí misma. Un día, durante una clase de matemáticas, el profesor preguntó quién quería resolver un problema complicado en el pizarrón.

Ariana levantó su mano sin dudarlo y sorprendió a todos al resolverlo correctamente. "¡Muy bien, Ariana!", exclamó el profesor asombrado. —"Gracias" , respondió ella con una sonrisa radiante.

Desde ese día, Ariana siguió estudiando duro pero nunca dejó de lado su amor por jugar con sus amigas. Aprendió que encontrando un equilibrio entre el estudio y la diversión podía lograr todo lo que se propusiera.

Y así fue como nuestra querida Ariana demostró que no hay límites cuando uno se esfuerza por alcanzar sus metas mientras disfruta del camino junto a las personas que ama.

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